El desconcierto

Rajoy, de entrada no

Aquel célebre eslogan de González sobre la OTAN, que terminó con su amigo Javier Solana bombardeando Belgrado como dirigente de la OTAN, encuentra hoy continuación con la investidura de Rajoy. Unos tras otros, la mayoría de los grupos parlamentarios imitan la práctica del Felipe de entonces: Rajoy, de entrada no. El penúltimo, Aitor Esteban, portavoz del PNV. Así, aquel clima político de la canícula recuerda el habido durante el invierno. Hasta tal punto que ya no son pocos los que echan cuentas sobre la fecha de una tercera convocatoria electoral allá por el mes de noviembre. Pese a ser una especulación bastante alarmista, probablemente interesada, la investidura de Rajoy a finales de julio aparece hoy como una incógnita.

No es más que una apariencia. Rajoy maneja muy bien los tiempos políticos, como bien demostró a lo largo de todo un semestre plagado de muchas trampas saduceas, como acostumbraba decir Torcutato Fernández Miranda cuando diseñaba en compañía de otros la II Restauración de los Borbones. En política, recalcaba Trotsky, el tiempo es el factor de los factores. Más aún, es el factor en el que se mueven los demás factores. Conviene recordarlo a la hora de analizar bien los movimientos de quien, como Mariano Rajoy, es gallego y actúa como tal, dicho sea sin ninguna intención peyorativa. Tras el agitado escenario, previo a las elecciones del 26 de junio, cabe señalar que quienes le daban por muerto pueden ver que goza de buena salud.

Nadie mejor que él sabe que casi todas las negativas de los líderes que recibe en la Moncloa son tan auténticas como la de la OTAN. Gajes del oficio, necesidades de la política, trapicheo del rastro parlamentario donde se compra y se venden votos entre todos los enemigos de una alternativa progresista que, finalmente, han trabajado para engrosar la bolsa de votos del PP. Precisamente por haberlo hecho, no les cabe otra opción que apoyar por activa o por pasiva a quien como Rajoy se benefició de esa torpe política de todos contra el cambio progresista. De lo contrario, lo pagarían muy caro en esa fantasmal tercera convocatoria de nuevas elecciones generales.

Buena prueba de su flexibilidad política es la negociación que acaba de abrir con el PNV, sabiendo muy bien que los nacionalistas vascos han viajado a Madrid con la propuesta de trasladar a esos 292 presos vascos, condenados por actividades terroristas, a la penitenciaría alavesa de Zaballa, terminando con la política de dispersión trazada por el entonces ministro Asunción a finales de la década de los ochenta. Proposición que forma parte del regateo de los cinco votos nacionalistas para Rajoy a cambio de los que pueda necesitar Urkullu del PP en el parlamento vasco, tras las elecciones autonómicas de octubre. A anotar el sonoro silencio de la caverna mediática sobre la gestión de Aitor Esteban.

Seguro del apoyo de los poderosos, que han rectificado el error de haber lanzado la operación Ciudadanos, Rajoy no telefonea por el momento a Albert Rivera. Da por hecho, con toda la razón del mundo, que esos 32 escaños de Ciudadanos le votarán como presidente del Gobierno. El castigo recibido por irse de picos pardos con malas compañías es de los que imprimen carácter tanto como determinan los votos. Los ejecutivos que acompañaron a Rivera en comisión de servicio volverán a sus bancos, empresas o multinacionales. Quien entre ellos quiera seguir en la profesión política, acabará encontrando sustento en un Partido Popular que, tras su renovación, se confirmará como el gran partido del centro derecha.

Rajoy no va a apremiar al PSOE. Desde lo que se suele llamar política de Estado, eufemismo bajo el que se esconde los intereses de los muy poderosos, necesita ahorrar ese trago a Ferraz que debilitaría todavía mucho más la ya débil pierna cojitranca del bipartidismo. Sabe que si hiciera falta, tendría segura la abstención del PSOE .No se puede olvidar que de los tres partidos que apostaron por la continuidad de Mariano Rajoy, al sumarse a la estrategia del miedo al cambio, es justamente el Partido Popular el menos preocupado por la posibilidad de volver a ser pasados por las urnas. Es lo que explica, en última instancia, ese "Rajoy, de entrada no". Para ser más precisos, Moncloa les da a elegir entre la investidura de Rajoy o terceras elecciones. Gobierno en julio o urnas en noviembre.

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