El desconcierto

Las anteojeras del bipartidismo

La celebración de la Diada, con Ada Colau como una de sus protagonistas, y la campaña electoral vasca, con Pilar Zabala como candidata de Elkarrin Podemos, centran la atención política sobre lo que sucede en las comunidades históricas de Cataluña, Euskadi y Galicia. Máxime cuando la movilización de masas catalanas y los previsibles resultados electorales de las urnas autonómicas pueden incidir, probablemente, en el desenlace del nuevo intento de investidura de Rajoy en el mes de octubre, si se confirma la mayoría absoluta de Alberto Feijóo en Santiago de Compostela junto con el retroceso del PSOE en Vitoria.

Es una enfermedad endémica del bipartidismo enfocar el muy grave problema territorial existente en el Estado español desde una visión centralista, Así interesa mucho más si estas elecciones van a ayudar a terminar con la ingobernabilidad de España que el incremento de la tensión  de Ajuria Enea y el palacio de San Jaime con la Moncloa. Habituados a que ETA congelase la reivindicación vasca, a la vez que  la corrupción de Jordi Pujol –que todas las muy altas autoridades estatales conocían desde que impidieran a los jueces procesarle a comienzos de la década de los ochenta-  aplazara  el problema catalán, continúan hoy manipulando el problema nacional en lugar de resolverlo.

La cuestión catalana no es el factor de los factores de la crisis global que vive España –ese protagonismo corresponde a Podemos– sino que es el pretexto que los bipartidistas emplean para no gobernar con sus aliados naturales vascos o catalanes. Así los dos gobiernos posibles se reconvierten en imposibles. Rajoy podría estar ya gobernando con la ayuda del PDC y del PNV desde la derecha tanto como Sánchez desde la izquierda, pero  se envuelven en la rojigualda para vetar a sus homólogos o aliados en Barcelona o Vitoria. Peor aún. Acusarían de romper España a cualquiera que se atreviera a reconocer la plurinacionalidad del Estado español.

Por esa razón el bipartidismo se hunde en Cataluña y en Euskadi. Populares y socialistas llevan camino de convertirse en unas fuerzas irrelevantes en ambas comunidades. El PP ya lo era desde hace tiempo, pero el PSOE ha empezado a entrar en barrena ahora, desde que ha aparecido una nueva izquierda catalana y vasca no independentista que lo va sustituyendo en una y otra sociedad. Por vez primera desde la transición, todas las fuerzas nacionalistas tropiezan con una alternativa democrática que reafirma el derecho a decidir tanto como la unidad del Estado. Ya han perdido ese lujo que era para ellos enfrentarse a una correa de transmisión de los atrincherados en Madrid.

Esa nueva izquierda existía ya en el tardofranquismo, pero fue ahogada en la transición. Hablamos de los herederos de Joan Comorera, dirigente del PSUC acusado de titista por Carrillo; de la Federación de Partidos Socialistas de Joan Garcés, vendida por Enrique Barón a González por treinta marcos, o de ese XXVII Congreso del PSOE que abordó el derecho de autodeterminación. La España de Cánovas, Maura, Primo de Rivera, Franco y Fraga, gracias a la correlación de fuerzas que determinó el tipo de transición, borró la España de la I y II República, y, a su vez, el intento de golpe del 23-F acabó incluso con el grupo parlamentario del PSC.

Desde un impecable ejercicio de la democracia, Ada Colau junto con Pilar Zabala, hermana de una de las víctimas más conocidas del  ciego terrorismo de Estado practicado bajo los gobiernos de UCD y PSOE, dan hoy toda una lección política de cómo es posible resolver la cuestión nacional del Estado español,  a quienes más se desgañitan hablando de España mientras más contribuyen a romperla. En este nuevo mapa de la izquierda en Cataluña, Euskadi y Galicia –pese a que esta comunidad es todavía la Andalucía del PP– se vislumbra ya la resolución de la cuestión nacional entendida desde la perspectiva de España como una nación de naciones. 

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