El desconcierto

Iglesias quema las naves

Que en plena campaña electoral en Galicia y Euskadi, en vísperas de la apertura de las urnas, Iglesias haya considerado necesario retomar el debate político e ideológico de Podemos obedece, seguramente, a razones coyunturales que van más allá de las puramente electorales. No se puede encontrar hoy un momento menos idóneo, que los que envuelven a unas elecciones, para abrir públicamente una discusión interna que, además, nunca ha sido planteada abiertamente en la formación morada. Que lo sea aquí y ahora, de una forma imprevista, suscita no pocas interrogantes que, probablemente, se irán aclarando poco antes de que comience el invierno.

La polémica es consustancial a Podemos. Nacido al calor de las movilizaciones del 15M, es una abigarrada suma de identidades pendientes de encontrar una síntesis para poder continuar avanzando. Ya lo advertían los clásicos, sin teoría no hay movimiento. Pero ese debate imprescindible no responde, esencialmente, a la pregunta del por qué y para qué de la intervención del líder morado. No es una clave interna, pese a la urgencia de esa discusión, sino externa la que puede dar la respuesta. Es en esta actual coyuntura política, protagonizada por la crisis del PSOE, donde Sánchez lucha a brazo partido contra los que buscan imponerle la abstención en la investidura de Rajoy, donde hay que buscar la explicación.

Pedro Sánchez ha puesto pie en pared. Formados en la acreditada escuela de Rubalcaba, Sánchez y su cinturón burocrático poseen una amplia experiencia en los manejos del aparato, más que suficiente, para desbaratar conspiraciones e intrigas del viejo PSOE mediante consulta a los militantes, primarias para la secretaria general o convocatoria de un congreso ad hoc. Van dados si, tras los resultados electorales de Galicia y Euskadi, intentan defenestrar al líder socialista. Ya lo dice bien el refrán, cría cuervos..... Urge pues, por parte de los viejos socialistas, la búsqueda de una tregua que evite o aplace, por el momento, el estallido de unas hostilidades que les perjudicarían, dado que carecen de ese ejército de militantes que siguen a Sánchez.

Ese punto de encuentro, que combine la continuidad del líder socialista con los objetivos de los ibexsocialistas, se llama Rivera. Puesto que no es viable un PSOE que se abstenga con la derecha de Rajoy, más vale, piensan, un PSOE con la derecha de Rivera que evita así un PSOE con la izquierda de Iglesias. De esta manera, todo el ibexsocialismo puede sumarse a la nueva tentativa de Sánchez con Ciudadanos y Podemos, incluso sabiendo que es inviable. Se mantendría la unidad socialista, se ganaría tiempo y se iría en mejores condiciones a unas terceras elecciones. Pero falta una pieza fundamental, es imposible la jugada sin conseguir la complicidad subalterna de los morados, dispuestos a embarcarse en las naves armadas por los ibexsocialistas.

Esas son las naves que Iglesias, como ya lo hizo Hernán Cortés, acaba de quemar justo antes de que se empiece a jugar esta partida de los poderosos. No habrá más pacto con Podemos que el que tenga como única meta un amplio gobierno progresista basado en la unidad de la izquierda. Ni habrá tampoco más acuerdo que el que, lógicamente, se suscriba con el líder de la formación morada. Iglesias como Sánchez, además, también puede recurrir a consultar a las bases, en este caso los círculos, sobre qué tipo de alianza se prefiere. Ya lo hizo en la pasada primavera, es previsible que lo volvería a hacer en otoño si también lo necesita.

Quemando estas naves ibexsocialistas arde también el armisticio entre el viejo y el nuevo PSOE. Queda, por lo tanto, un tenso comité federal a cara de perro que deberá resolver ese empate infinito que caracteriza este 2016. Los poderosos, dentro y fuera del socialismo, no pueden imponer un gobierno de la derecha; pero sí pueden impedir un gobierno progresista, basado en la unidad de la izquierda, pese a contar con la mayoría de los escaños. Probablemente no será por mucho tiempo, porque la manifiesta impotencia de hoy de  todos los viejos socialistas en aplastar la renovación generacional, encabezada por Sánchez, preludia también la de mañana para impedir un PSOE alejado de la derecha aunque, de momento, no se sitúe junto a la izquierda.

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