El desconcierto

A Dios rogando y con el XXXIX Congreso dando

A la llamada angustiosa del pasado viernes del socialista catalán Iceta– "Aguanta Pedro, aguanta. Por Dios, por Dios, Sánchez, líbranos del PP y de Rajoy"– el secretario general del PSOE ha respondido como se deben responder los retos. A Dios rogando, efectivamente, y con el mazo del XXXIX Congreso dando. Desde la doble legitimidad, de origen, haber sido elegido por los militantes, y de ejercicio, negarse a ser una mera correa de transmisión de la derecha, se defiende de ese movimiento crítico que la lideresa Susana Díaz encabeza desde Sevilla contra la dirección del Partido Socialista. Primarias para la elección del secretario general el 23 de octubre, convocatoria del muy aplazado XXXIX  Congreso del PSOE para la primera semana de diciembre. La palabra y el voto para que los militantes ejerzan su derecho a decidir sobre qué política y qué lider.

Quien es calificado por los poderosos como todo un "peligro público" necesita urgentemente movilizar a la militancia en defensa de la identidad socialista del PSOE. En esta áspera batalla, que se ha abierto tras las elecciones del domingo, Sánchez cuenta con infantería, las bases socialistas, pero carece de la artillería mediática de la que disponen los rebeldes. Máxime con la del lobby del grupo Prisa, donde no por casualidad ha reaparecido Pérez Rubalcaba, como redactor jefe de facto que coordine un eficaz lavado de cerebro del socialismo, para que no renueve su apoyo a Sánchez en las primarias del 23 de octubre. Se trata ahora de empezar a pasear mediáticamente a los sublevados para que la opinión pública crea que la minoría burocrática sublevada es la mayoría del PSOE.

Que le pasen hoy la factura de la crisis socialista a Pedro Sánchez, justamente aquellos que son responsables de la misma, era previsible desde mucho antes de las elecciones vasca y gallega. Quienes son los auténticos responsables de la derrota del PSOE, al arrodillarse ante los recortes de la Merkel como Zapatero o negarse a reconocer la plurinacionalidad del Estado español como Susana Díaz, son los menos indicados para criticar los muchos errores de Sánchez. El descenso de votos en Euskadi y Galicia refleja la grave deriva territorial y social del PSOE al haber sido reconvertido en un partido subalterno del PP. Si no fuese por el "no es no" de Sánchez, que ha retomado las banderas arrumbadas de la izquierda en su partido, la catástrofe electoral del último domingo hubiese sido todavía mucho más espectacular.

Por ello, la batalla de la abstención no es un capítulo coyuntural. Es el test para comprobar si el PSOE intenta seguir en la izquierda o es resituado en la derecha. Pese a que algún muy estrecho colaborador de Sánchez consideraba periodismo ficción afirmar que la abstención era el nudo gordiano socialista, hoy, él mismo se ve acosado, cercado y rodeado por la  cainita deslealtad de sus compañeros abstencionistas. La rebelión en marcha nace de la valiente negativa de Pedro Sánchez a apoyar por activa o por pasiva la nueva investidura de Mariano Rajoy. Fracasada la operación Rivera, un bluf político e ideológicamente a la derecha del PP, no les queda otra opción a los poderosos que el pronunciamiento de Susana Díez.

Ataron las manos de Sánchez, que no pudo pactar con Iglesias un gobierno de progreso en invierno, las han vuelto a atar en otoño para impedir un acuerdo con Podemos, ahora le exigen la abstención y  le conminan a la rendición ante el PP. No es únicamente un problema de hoy, sino también de mañana. Al igual que se está asfixiando un proyecto de gobierno progresista, se intenta aplastar en el huevo el embrión de una fuerte oposición, formada por el PSOE y Podemos, a la hora de combatir la brutal política antisocial que se prepara desde la Moncloa. Precisamente por ello, es dentro del  PSOE donde se libra hoy la principal batalla política entre la derecha y la izquierda.

Sea cual sea el desenlace, se cierra un ciclo histórico iniciado hace décadas con la intervención de Willy Brandt en apoyo de la lucha que aquellos jóvenes socialistas de entonces planteaban contra el viejo secretario general, Llopis, algo así como un Rubalcaba de la época. En la Costa de la Muerte ha encallado aquel PSOE, e incluso si los rebeldes aplastaran a Sánchez sólo acelerarían el hundimiento de la muy quebrada nave socialista. En el actual cuadro económico y social, mucho más con el que se vislumbra en el horizonte, no tienen cabida electoral los sublevados. Demasiados compromisos indefendibles les impulsan a la autodestrucción, cuando despellejan a quien es hoy la única garantía de que un PSOE de izquierda, como afirma el propio Sánchez, pueda continuar representando los intereses de los golpeados, humillados y ofendidos por la política económica de los poderosos.

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