El desconcierto

Rajoy, de entrada abstención

Signo de los tiempos. Aquel eslogan de González– OTAN, de entrada no– es hoy Rajoy, de entrada abstención. El no es no de ayer tiene fecha de caducidad este sábado. Consumado el golpe de estado en el PSOE, las autoridades competentes que han desalojado a Sánchez de Ferraz se disponen a entregar la Moncloa al PP en aras de oscuros compromisos contraídos con los 35 electores más poderosos del Estado español. No se entiende muy bien por qué estos tres responsables- político (González), orgánico (Rubalcaba) e ideológico (Maravall)- de este giro a la derecha, mantienen a una persona tan desacreditada como Hernández como portavoz de los socialistas en esta sesión de investidura. Todo suena en él a falso, hueco y cínico, además de traidor, en quien nunca dejó de ser desleal a Sánchez pese a ser su mano derecha.

La rendición del PSOE ante el PP, evidenciada en la abstención de la votación de mañana, concluye una larga lista de cesiones, enumeradas sacando pecho por Hernando, que desembocan en este acuerdo contra natura con el PP. No lo hacen a gusto, por supuesto, sino por ese denominador común que les vincula junto con Rajoy y Rivera a todos los intereses creados dentro y fuera de España. Mañana es Rajoy, de entrada abstención; pasado mañana, Rajoy, coalición. Del mismo modo que ocurría ayer con el eslogan OTAN de entrada no, primer paso para preparar el posterior ingreso, ocurre hoy con Rajoy, de entrada abstención, para preparar el siguiente acuerdo. No se monta un golpe de estado en el PSOE– inédito en la historia de todos los partidos políticos– solo para llevar a Rajoy a la Moncloa.

No basta con un pacto de investidura, como sostiene Hernando; no bastará, probablemente, con un pacto de legislatura, como sugiere Rajoy cuando exige añadir la responsabilidad socialista de dejarle gobernar a la de facilitarle formar gobierno. Ni tampoco es suficiente, mucho menos conveniente, tirar de decretos leyes, vetos y abusar del Boletín Oficial del Estado a la hora de aplicar, por ejemplo, los más de cinco mil millones de euros de recortes que exigen los hombres de negro de Merkel instalados en Bruselas. Poco a poco, sin pausa, se irá planteando, por los que han dado el golpe de estado en el PSOE y por quienes se han beneficiado en el PP, la coalición siempre propuesta por Gonzalez. Una vez que los electores de derechas han indultado a Rajoy, según sugería Rubalcaba a unos empresarios catalanes en primavera, puede ser la hora del acuerdo.

A Hernando and Hernando, no se sabe donde termina el popular y comienza el socialista, les tocará la difícil tarea de reconvertir día a día la abstención en una coalición. No tienen otra opción, las exigencias económicas prusianas imponen el cierre de filas mutuas, porque apenas pueden contar con el apoyo de vascos o catalanes– salvo cuestiones puntuales– y Ciudadanos carece de peso propio, excepto el que le preste el PP. No es nada casual que el candidato popular a la presidencia del Gobierno se haya presentado sin ningún programa y que el portavoz socialista se muestre dispuesto a negociar– no derogar– las leyes más controvertidas aprobadas por el gobierno anterior. No en vano, Rajoy insiste en que la XII Legislatura que ahora se inicia debe caracterizarse, sobre todo, por una labor pedagógica. La pedagogía de la coalición.

Ahí está, sin embargo, el principal problema de esta proyectada evolución. La mayoría de los diputados socialistas no está para estas cuestiones pedagógicas neoliberales, por mucho que vayan cubiertas con un euroilusionismo descolorido, descosido y destejido por la realidad. Hasta el momento, la carta conminatoria de Antonio Hernando a sus compañeros, para que todos vayan por la senda de la traición que es la abstención, no parece surtir muchos efectos; aunque haya que esperar a este próximo sábado para saber si la amenaza de represión acalla las conciencias. Pero, sea como sea lo que ocurra mañana, este tensión creciente indica que va a ser difícil, no imposible, llevarlos a la coalición. No olvidan que, por mucho que se atrasen las primarias, los militantes acabarán barriendo a los actuales okupas de Ferraz.

Precisamente por ello, Rajoy, muy consciente de estas potenciales dificultades, insistía en su intervención parlamentaria e insiste, una y otra vez, en que podría volver a apelar a las urnas si no pudiera cumplir con esos compromisos contrarios a los intereses nacionales impuestos por la reforma del 135 de la Constitución. Es decir, si Antonio Hernando no lograse disciplinar sus huestes en el Congreso de los Diputados. Así, si hasta el 1 de octubre la disyuntiva que ofrecía Rajoy al PSOE consistía en elegir entre la abstención o  las elecciones; desde el próximo mes de mayo, en que ya cabría legalmente convocarlas, también podría ofrecer a los socialistas elegir entre la coalición o las elecciones. Siniestro viaje de ida y vuelta para un PSOE que se sumó al chantaje de la abstención para evitar nuevas urnas. Si no rompe con el chantajista le tocará recorrer toda una cadena de chantajes.

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