El desconcierto

El ninguneo de Susana Díaz

Aunque formalmente la ninguneada ha sido la gestora de Fernández, a nadie se le escapa que ha sido Susana Díaz la abofeteada por el acuerdo de gobierno que los socialistas vascos han firmado con el Lehendakari Urkullu. Ni la lideresa, ni su gestor, sabían lo gestado en Vitoria; ni, por supuesto, el Partido Socialista de Euskadi ha pedido, ni pedirá, la autorización del comité federal del PSOE. Es un hecho consumado. Ni siquiera Miquel Iceta había llegado tan lejos como Idoia Mendia en el real ejercicio del derecho a decidir del socialismo por encima de las imposiciones de la presidenta de la Junta de Andalucía. Lógico que haya sido Pedro Sánchez el primer socialista en felicitar a sus compañeros de Euskadi por atreverse a desafiar a unos gestores impuestos en Ferraz sin la voz ni el voto de los militantes.

Estamos ante el ninguneo de Susana Díaz. Quienes defenestraron a Sánchez saben que cualquier posibilidad de retomar el control del PSOE pasa por la previa marginación de una lideresa que, como el general Della Rovere, ha terminado por acabar creyéndose que era el elefante blanco del golpe del 1 de octubre cuando, realmente, es el principal punto de apoyo para la muy complicada tentativa del defenestrado por volver a Ferraz. Más de la mitad de las federaciones, junto con la mayoría de los militantes socialistas, la rechazan al igual que se oponen a que el nacionalsocialismo andaluz sea hoy el primus inter pares del PSOE. En Valencia, Aragón, Navarra, las Baleares y Castilla-León, además de Cataluña y Euskadi, se apuesta firmemente por el federalismo histórico del PSOE frente al centralismo de Susana Díaz.

Pero lo más preocupante para esta vieja routier aparatera, que conoce bien las bambalinas del felipismo, es la insubordinación del siempre dócil socialismo vasco. Sabe mejor que nadie que Idoia Mendia, dicho sea con todo respeto, no hubiera dado el paso que ha dado sin el nihil obstat de Ramón Jaúregui (hombre de González) y de Rodolfo Ares (hombre de Rubalcaba). Dos gestos que, sumados al silencio sobre el apoyo a su candidatura por parte de Felipe, parecen indicarle que nunca podrá cruzar Despeñaperros vestida de populista cañí. De igual modo que bastaron dos palabras en la cadena amiga para tumbar a Sánchez, bastarían otras dos para entronizarla en Ferraz. Así, puede tener muy claro que lo que el Señor quitó a Sánchez no se lo va a dar a Susana. Susana no ha sido más que carne de cañón de una operación de altos vuelos que aún planea sobre el PSOE y también sobre Podemos.

No le queda más remedio que poner buena cara al mal tiempo. Si gobierna con Rivera en Andalucía y ha ayudado eficazmente a Rajoy en Madrid, no puede pedir a sus compañeros vascos el no es no a Urkullu. Se comprende bien que necesite ahogar las finanzas del socialismo vasco, muy extenuadas tras su enorme caída electoral en Euskadi, pero igualmente se entiende que éstos no van a mirar el diente al caballo regalado que inteligentemente les ha tendido el PNV. Al fin y al cabo, el Partido Socialista de Euskadi paga un muy alto precio electoral con las rancias imágenes de Susana Díaz, Fernández Vara o Emiliano García Page en la propaganda confeccionada en Ferraz. Al no concordar bien con la España plural, ofrecen una cara centralista que les perjudica tanto como a los catalanes o a los gallegos en sus respectivas comunidades.

Este acuerdo vasco, además, rompe el paripé negociador sobre los Presupuestos del Estado que Susana Díaz preparaba para la próxima negociación del PSOE con el PP en el Congreso de los Diputados. Porque el socialismo, una vez insertado en el gobierno vasco, se habrá sumado al pacto con el PP que el PNV prepara previa compraventa de los cinco escaños nacionalistas valorados en torno a unos 1.400 millones de euros, objeto de disputa en el Cupo entre la Moncloa y Ajuria Enea. Aunque el portavoz Antonio Hernando sea capaz de todo, que lo es, no parece que pueda vender el no es no al PP en Madrid al mismo tiempo que el sí es sí en Vitoria. Así, el nacionalismo vasco se cubre con los socialistas a la hora de pactar un compromiso tan rentable para los intereses de Euskadi como cuestionable en el resto del Estado español.

¿Quien gobierna el PSOE? Es la pregunta del millón. Sabemos bien que el gestor Javier Fernández pinta todavía menos que el anterior gestor Federico de Carvajal, que gestionó la ida y vuelta de González en aquel XXVIII Congreso celebrado en mayo de 1979, y acabamos de saber ahora que Susana Díaz es, igualmente, un cero a la izquierda más acá de Despeñaperros. Vemos que cada federación hace de su capa un sayo y que tanto el Gobierno como la oposición no encuentran un interlocutor válido para poder negociar, como muy bien se evidenció con el caso del amigo reprobado de Rajoy. Tras casi un año sin presidente de Gobierno en la Moncloa, nos espera otro año más sin un secretario general en Ferraz porque no cabe esperar que quienes llegaron hasta a dar un golpe de estado en el PSOE vayan a convocar unas primarias que les depare otro Borrell o Sánchez.

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