El desconcierto

Traspiés de Errejón, reto de Iglesias

Cuando se esperaba en Podemos el tan anunciado debate de proyectos e ideas, hete aquí que se desparrama sobre el casi medio millón de inscritos toneladas de descalificaciones personales entre sus propios dirigentes. Nunca en sus tres años de existencia los morados han escuchado tantas barbaridades e insultos cruzados entre unos y otros. Sólo se habla hoy para poner de chupa domine o para incoar juicios sumarísimos al compañero de ayer. Tanto es así que hasta alguien, tan inteligente, frío y sereno como Iñigo Errejón, ha caído en el traspiés de abrazarse a un Pablo Iglesias de cartón, imagen no autorizada por el Iglesias de carne y hueso, para ajustar cuentas con el llamado entorno del secretario general. No puede ser más insolvente el equipo de profesionales que ha aconsejado a los errejonistas tal disparate.

Por mucho que se discrepe de Iglesias, y Errejón discrepa bastante, sugerir que hay una mano que mece la cuna del líder morado es cuando menos una completa patochada. Argumentar que el secretario general piensa como piensa, actúa como actúa, en función de su corte (sic), es jibarizarlo tanto como se desea jibarizar la dirección de Podemos. No hace falta conocerle para poder deducir que no es un muñeco de nadie. Explicar la grave crisis de Podemos porque la secretaría general ha sido secuestrada por un grupo sectario que persigue a sus oponentes, suena a historieta del TBO. Es tan ridículo, que sería fácil volver la oración por pasiva e insinuar algo análogo sobre Errejón. Es insultante para el líder morado y lo es también para los cinco millones de electores que, al parecer, no han percibido que Iglesias nunca ha sido más que un convidado de piedra.

Contraponer un Pablo Iglesias ortodoxo, orquestado por el pablismo, a un Pablo Iglesias heterodoxo, defendido por los errejonistas, es una versión cismática de Podemos destinada a sustituir el tan cacareado debate ideológico por la denuncia de los herejes, renegados y traidores que se han apoderado no sólo de Podemos sino sobre todo de la personalidad de su principal líder. Todo este último fin de semana ha sido protagonizado por más de un Torquemada de bolsillo colocando el capirote culpabilizador a reos con nombres y apellidos. Se les acusa, nada más y nada menos, que de sembrar cizaña entre Pablo e Iñigo, como si entre estos dos líderes fuese real el tándem de cartón presentado en el madrileño cine Palafox. Son las malas compañías, por lo visto, y no el sillón de secretario general quien los separa.

Así se las ponían a Fernando VII; Pablo Iglesias ha aprovechado este traspiés elevando la apuesta de su reto al desafío de Errejón. Ahora ya no sólo dimitiría si no ganase la votación como secretario general, sino que también presentaría su dimisión si no alcanza el 50% de los votos emitidos. En la misma medida en que su competidor busca no despegarse de él utilizando indebidamente al Iglesias acartonado, éste trata ahora de marcar distancias claras con Errejón. Los inscritos deberán votar por Pablo o por Iñigo, a la vez que por el equipo pablista o por el equipo errejonista. Nunca por Pablo e Iñigo, ni tampoco por el mestizaje directivo de los dos equipos de ambos. Es evidente que carece de todo sentido apoyar a un secretario general y privarle de que elija su núcleo dirigente. Si han llegado a Vistalegre divididos, serán las urnas quienes decidan el liderazgo de Iglesias hoy cuestionado por Errejón.

Nunca ha ocurrido en la crisis de un partido lo que hoy sucede en Podemos: a una semana de la asamblea general, siguen aún sin poder conocerse cuales son las diferencias políticas sustanciales, además de las estrictamente personales, entre ambos líderes. Con la única excepción de lo organizativo, que  también es una cuestión personal, los conceptos supuestamente divergentes son hoy realmente compartidos tanto por los pablistas como por los errejonistas. Bien sea con la transversalidad, la seducción, la flexibilidad o la apertura, no hay nadie ahora en Podemos, o en cualquier otro partido político, que no los pueda compartir. E igualmente injusto es hablar de un oportunista PSOE bis de Errejón como de una sectaria IU bis de Iglesias, aprovechando la presencia de estrechos colaboradores de Anguita en la lista de Iglesias.

Visto que el trasplante del cerebro de Iñigo Errejón es rechazado por el cuerpo de Pablo Iglesias y que el equipo del primero tampoco puede ser trasplantado al del segundo, sería conveniente que Errejón diera hoy un paso adelante y presentara su candidatura como dirigente de Podemos. Es muy tarde ya para decir, como dijo abrazado al Iglesias acartonado, que a los inscritos "no hay que obligarles a elegir". Mejor hubiera sido, efectivamente, no llegar hasta aquí; pero, una vez llegado, no hay más opción que la de presentarse. Primero, porque clarificaría el panorama de Podemos; segundo, porque en caso de derrota de Iglesias debería asumir la dirección. A lo largo de los días que restan para Vistalegre II, debería quedar bien claro quién gestionaría las consecuencias de un hipotético no a las listas de Iglesias.

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