El desconcierto

El impeachment de Rajoy

Rajoy citado a declarar como testigo del caso Gürtel por la Sección Segunda de lo Penal de la Audiencia Nacional; las lágrimas de cocodrilo de la gran lideresa de la corrupción madrileña; Ignacio González, alias "el chino", en los calabozos de la Guardia Civil; ejecutivos de un grupo mediático, junto con uno de sus directores, imputados por coacción... Un enorme escándalo cronificado corroe a todo el Partido Popular y evidencia la complicidad, muy bien retribuida, de destacados medios de comunicación impresos con esta banda de malhechores políticos. El enorme saqueo del Canal de Isabel II ha abierto en canal a casi toda la derecha política, económica y mediática. La Benemérita, nunca como hoy ha llevado tan a gala su nombre, investiga despachos oficiales, registra domicilios poderosos y encadena a los delincuentes de cuello blanco. Si bien el PP conserva la legitimidad de origen de su Gobierno, ha perdido ya a los seis meses toda la legitimidad de ejercicio de su Gobierno.

¿Qué cabe hacer hoy en esta cueva de la Moncloa de Mariano Rajoy y sus cuarenta ladrones? Es la interrogante que Albert Rivera, Susana Díaz y el lehendakari Urkullu se hacen a la vista de los sumarios en curso. No hay quien pueda creerse la promesa de regeneración de Ciudadanos, ni la demagogia populachera de la lideresa del PSOE andaluz, ni el discurso abertzale del PNV, marchando con esa cuerda de presos que es el PP. Ya no les vale el numerito montado por Rivera en Murcia, si no le exige a Rajoy la dimisión que le exigió al Pedro Sánchez murciano en su momento; ni la estabilidad de España, si una Susana Díaz no sabe decir no es no al Partido Popular; ni el Cupo vasco a Urkullu para justificar su visto bueno a los que cabe calificar ya como los Presupuestos de la corrupción. El PP es ahora más minoría que ayer y menos que mañana.

No sólo llueve sobre mojado, el sinvergüenza de Rodrigo Rato, sino que va a llover bastante más en las próximas fechas. Alvarez Cascos, Arenas, Acebes, Mayor Oreja también están citados a declarar en la segunda quincena de junio. Pero la gran traca judicial será cuando la Justicia se adentre a fondo en el sumario Bárcenas en el que volverá a comparecer en sede judicial, probablemente, el todavía presidente de Gobierno. La incomodidad de estos muy aciagos días se multiplicará cada vez que los directivos de esta banda política se vean obligados a responder toda la verdad y nada más que la verdad. Ya no pueden contar ni con los jueces, ahí está el muy inesperado voto del magistrado Julio de Diego, de la Audiencia Nacional, obligando a Rajoy a pasar por las horcas caudinas de los tribunales, ni con los fiscales, que se han rebelado contra la jerarquía fiscal que quería ahorrar al PP pasar por la amargura de la investigación judicial.

La alarma cunde en los poderosos hasta tal punto que volvemos a revivir hoy el primer trimestre de 2016, cuando el IBEX junto con altas instituciones del Estado buscaron sustituir a Rajoy al frente del Gobierno por alguno de los políticos del Partido Popular. Como no fue posible, ni tampoco pudo serlo el gobierno Rivera, se vieron obligados a mantenerle mediante el golpe de estado en el PSOE, que permitió investirle como presidente. Año y medio después, se encuentran en las mismas y por las mismas causas. ¿De qué manera pueden vender una política de recortes como la que preparan con un PP repleto de altos funcionarios del Estado muy habituados a las prácticas sobrecogedoras? Quizás, calculen, que no hay mal que por bien no venga y ahora sea posible convencer a Rajoy, por las buenas o por las malas, que ha llegado la hora de hacer las maletas.

Pero este impeachment de Rajoy necesita de una buena mano amiga en el Partido Popular dispuesta a abofetear políticamente al todavía presidente del Gobierno. Puede que exista, sin embargo no aparece. Igual que hace un año, ningún pepero rompe, al menos de momento, la disciplina del grupo parlamentario. Los viejos están pringaos, los jóvenes asustados lo son sólo de edad y quien más y quien menos imita los pucheritos de la lideresa Aguirre. La guerra de dossieres está a la orden del día y no son pocos los que dan a Cristina Cifuentes por muerta al haber entregado la documentación sobre el Canal Isabel II. Sea como fuere, el hecho cierto es que el PP no va a suicidarse. A corto plazo, o cambian al presidente del Gobierno o Rajoy retomará el poder arropándose socialmente en toda la derecha, instrumentalizando la cuestión catalana o la dificultad presupuestaria.

De este encanallamiento de la vida política española, donde la indecencia es la regla común, es responsable también toda la izquierda por no atreverse aún a proponer una alternativa progresista. En el PSOE deben reconocer que a Sánchez le sobraba razón con su no es no a Rajoy, en Podemos deben admitir que son una parte del todo. Sin la simultánea superación del viejo PSOE y la vieja Izquierda Unida, dos problemas pendientes en las dos formaciones, la involución autoritaria en curso se acelerará. El dilema político es bastante claro. O todas las fuerzas de progreso intentan promover el impeachment democrático de Rajoy o seguiremos asistiendo a los fariseos pucheritos de los líderes de la corrupción que tratan de presentarse, además, como víctimas de los corruptos. O los decentes se unen o los indecentes  unidos jamás serán vencidos.

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