El desconcierto

¿Curar o cronificar la corrupción?

Imposible describir mejor la situación del PSOE que ese dilema planteado por Sánchez en el último minuto del debate televisivo que le enfrentó a Susana Díaz: "curar o cronificar la corrupción". Dilema que remite hoy, inevitablemente, a elegir entre continuar sosteniendo el gobierno corrupto del Partido Popular o rectificar el grave error de la abstención que impide que el presidente Mariano Rajoy asuma su responsabilidad por la cleptocracia del PP. En esa argumentación, reiterada por Sánchez desde que empezó hasta que terminó su intervención, radica su triunfo sobre la lideresa andaluza. No podía ser de otro modo, dado el telón de fondo de basura diaria que envuelve el escenario político español. Lo que hoy, prioritariamente, interesa a todos los militantes socialistas como al resto de los españoles es barrer la Moncloa.

Ahí ganó el debate Sánchez, pero en realidad ya lo había hecho mucho antes de iniciarse. A través de la presentación de avales, que cogió con el pie cambiado a los costaleros del paso de Susana Díaz, la base del PSOE advertía a la autoridad competente que ese cadáver que habían defenestrado el 1 de octubre gozaba de buena salud. Unos cuatro secretarios generales, un buen número de presidentes, dirigentes y demás cargos públicos, se dieron cuenta, inesperadamente, de que su candidata no era la de los militantes y que habían cometido un serio error al apoyarla desde el tablao que montaron en Madrid. Nueve largos meses de intensa campaña mediática del diario oficial, El País, no han conseguido enterrar a Sánchez en el sudario de papel, pese al denodado esfuerzo de los periodistas de cámara, coordinados por el consejero editorial del rotativo, Rubalcaba.

Ocurre que los padrinos de la operación Susana Díaz subestimaron la indignación ciudadana contra esa organización criminal que, por lo menos en Madrid, es el PP según la Guardia Civil y el juez Velasco. De lo contrario, no hubiesen convocado primarias, después de dar un golpe en Ferraz para desalojar a quien se negaba a avalar a los corruptos del Partido Popular. Basta repasar a Curzio Malaparte, en su libro Técnica de un golpe de Estado, para poder saber que es un contrasentido permitir que los militantes, una vez que han sido privados de voz y voto, puedan recuperarlos nueve meses más tarde. En esa equivocación reside el callejón sin salida en el que los viejos dirigentes socialistas se van a encontrar, con bastante probabilidad, la noche del 21 de mayo. El desarrollo del debate de este lunes no hará más que acrecentar sus pesadillas.

Bien lo intuyen ahora cuando un político extremeño, antiguo militante pepero reconvertido en socioneoliberal, clama hoy contra las primarias, e intelectuales, próximos a la lideresa andaluza, critican sin moderación que 14.000 militantes socialistas catalanes vayan a votar el próximo fin de semana. O, incluso, quienes disocian la opinión de los electores de la de los militantes, cuando casi todos los sondeos señalan lo contrario. En lugar de reconocer que han metido la pata, como la metió en el tardofranquismo Rodolfo Llopis, al frente por entonces del PSOE, levantan una muralla de infundios, calumnias y juicios de intenciones sobre quien hoy lidera la renovación del socialismo con la misma energía que la lideró durante la transición Felipe González. No es casual que los medios de comunicación que apoyaron al llamado PSOE h(histórico) frente al PSOE r (renovado), sean los mismos que hoy apoyan a Susana contra Sánchez.

El talón desencajado de Susana Díaz es la corrupción. Pese a que por tres veces, durante el debate, calificó al Partido Popular de infame, tóxico y corrupto, se niega a exigir lo que se desprende de estos tres claros adjetivos calificativos, la dimisión de Rajoy. La excusa de que no existía una alternativa a la abstención del PSOE no era cierta ayer, ni tampoco lo es hoy. Ahí está la mayoría que Rajoy ha sacado en la votación de los Presupuestos Generales del Estado, que demuestra que la abstención gratis total de Susana y los viejos del PSOE obedece a otras razones muy inconfesables desde la socialdemocracia. No cabe un PSOE 100%, ni un PSOE ganador, si no se enfrenta, por lo menos, al  letal estado de corrupción generalizada que vive la sociedad española demediada por los brutales recortes de la banda delictiva que ocupa las instituciones del Estado.

El 21 de mayo el PSOE puede recobrar la dignidad que le caracterizaba hasta el 30 de septiembre pasado, sin riesgo alguno de que Mariano Rajoy, en caída libre en los sondeos, vaya a convocar ahora elecciones generales anticipadas. Puede gobernar, por supuesto en precario, pero puede hacerlo hasta que sus propios socios– Ciudadanos y PNV que le apoyan tapándose la nariz– consideren que ya no le sea rentable. Ese chantaje de las urnas, que no era nada cierto aquel 1 de octubre, lo es ahora ya mucho menos cuando el camión de la basura pepera sale a diario desde los cuarteles de la Guardia Civil y los juzgados. Ese es el handicap de Susana. No exigir la dimisión de Rajoy bien pillado con las manos en la masa de Gürtel, Púnica, Lezo, etc. Si, como afirma, es infame, tóxico y corrupto ¿por qué no la exige? En un partido que hizo gala de "cien años de honradez", estos nueves meses deshonestos van a pasar factura a la lideresa andaluza.

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