El desconcierto

Los panameños de Rajoy

La quiebra de dos escaños de la derecha, los sillones del pepero Juan Postigo y del ciudadano Toni Roldán, preludia la de la totalidad del banco azul del Gobierno Rajoy, corroído por la carcoma panameña. Es mucho más que una anécdota, al simbolizar el destino final de un partido recubierto por la corrupción de arriba abajo, de derecha a izquierda. La destitución del fiscal Manuel Moix, encubierta tras una dimisión, es la penúltima muestra del nivel de corrupción alcanzado por la Moncloa. La galería de panameños que compone el triple coro político, jurídico y mediático del PP, marcados por la mota negra de Panamá, señala un descontrol absoluto en el seno de la derecha. Como en los buenos thrillers, nadie se fía de nadie, las filtraciones están a la orden del día y ningún pepero desea ser el chivo expiatorio. Conclusión, Rajoy ya no dirige ni a los panameños.

Haber situado en la Fiscalía Anticorrupción, y mantenido contra viento y marea, a un sujeto de la catadura de Manuel Moix sólo puede explicarse por la red de complicidades de los sastres de Panamá, que han tejido la basura del PP. No se entiende, de lo contrario, que semanas después de que Montoro sentenciara al panameño Soria, al afirmar que "un ministro no podía tener una empresa en un paraíso fiscal", el titular de Justicia designara al panameño Moix en la  fiscalía que, precisamente, debe luchar contra quienes practican el turismo a los paraísos fiscales. Era un hecho cierto que, contra lo que hoy sostienen los corruptos, el ministro Catalá no ignoraba las amistades peligrosas del cesado, porque tuvo que relevar en la Fiscalía General a Consuelo Madrigal para poder nombrarle con la firma de Manuel Maza como Fiscal General ad hoc.

Manuel Moix no era más que un sicario judicial de los panameños. Sus mentores, que todavía continúan en sus puestos, son los que ahora mismo van a nombrar su sustituto, que va a ocupar su despacho envuelto por toda clase de sospechas, reticencias y suspicacias. Porque ser elegido por Maza es una mancha profesional que anulará la más mínima credibilidad de quien sea designado por Rafa, que es como llama afectuosamente Ignacio González al aún ministro de Justicia Rafael Catalá, en las grabaciones obtenidas por la Guardia Civil. Si Manuel Moix tenía como misión encubrir a los panameños –como encubrió el Canal Isabel II en el 2007 o al propio González en 2009 y 2010–, quien le sustituya tendrá la misma tarea, salvo que, claro está, antes sean cesados tanto el todavía ministro de Justicia como el actual Fiscal General del Estado.

No parece que vaya a ser así. Que el magistrado García-Castellón sea el principal candidato para suceder al juez Eloy Velasco, en el Juzgado Central de Instrucción 6 de la Audiencia Nacional, aumenta la inquietud en los medios profesionales de la judicatura, si se escucha la propuesta favorable a tal posible nombramiento que, indirectamente, Ignacio González formula al buen amigo de los panameños, Eduardo Zaplana, en las citadas grabaciones del Instituto Armado. Esas palabras, "que aquí venga el titular (García-Castellón), que ya me las apañaré con el titular", tras sus conocidos elogios a Moix, llueven hoy sobre mojado cuando se instruyen sumarios como Lezo y Púnica. Sobre todo, cuando han sido promovidos dos jueces como Concepcíón Espejel y Enrique López, uña y carne del PP, para enjuiciar la cuerda de presos panameños.

No va a ser El País quien lo denuncie, si se observa como el mismo día que se desvelaba el affaire panameño de Moix, esta noticia no ocupaba más que una pequeña ventana de la primera del diario, dada la muy conocida condición panameña de Juan Luis Cebrián. Ni tampoco el grupo mediático Planeta –la Sexta, Onda Cero–, que sólo consiguió librarse de la detención de uno de sus más importantes ejecutivos, Mauricio Casals, por haber coaccionado a la presidenta Cifuentes, gracias a la oportuna intervención del Fiscal Moix. Esa pequeña gran mano mediática de la vicepresidenta Soraya Santamaría, bien pudiera estar, además, tras inesperados relevos de algunos buenos profesionales en El Mundo y en la Ser que, probablemente, busquen que nadie desafine ahora en la bien engrasada orquesta mediática panameña.

La carcoma panameña que corroe a Mariano Rajoy es estructural. Es producto del mestizaje histórico de la mitad neoliberal de la derecha española con su otra mitad neofranquista. El Partido Popular está tan corroído como quienes aparecen en la famosa lista Falciani, o en la relación de los ciudadanos que regularizaron, mediante una clara amnistía fiscal encubierta, sus buenas cuentas corrientes en paraísos fiscales. Es un vicio tan habitual de los españoles de alto copete, que hasta en la propia Unión Europea, a través de la Oficina Antifraude, se investiga asimismo las inclinaciones panameñas del comisario español Cañete. Este huevo de la serpiente de Panamá, tan bien anidado hoy en la Moncloa, únicamente podrá ser aplastado cuando un gobierno decente esté en condiciones de sustituir al  indecente de Rajoy.

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