El desconcierto

El 155 interruptus de Sánchez

A punto de practicar la postura 155 en la coyunda política de los socialistas con la derecha, Pedro Sánchez dijo que se haría el estrecho si Puigdemont convocase elecciones catalanas que sustituyeran la aplazada declaración de independencia de Cataluña. Cuando Rajoy daba por hecho que este viernes todo el Senado iba a ser un orgasmo político, con la tan esperada y ansiada intervención política en la Generalitat, salta ahora esta inesperada propuesta del líder socialista, que ha sido rechazada por el presidente del Gobierno nada más haber sido formulada. Tanto y tan claro, que el president de la Generalitat ha decidido no viajar a Madrid. No le cabe a Sánchez más que volver a encamarse de nuevo, su propuesta no concluía en una amenaza de voto contrario, o terminar con este muy indecente adulterio político que mantiene con Rajoy. Pero la pregunta es el por qué y para qué de esta propuesta insólita. Porque se está o no se está con el 155.

La secuencia del 155 interruptus es muy diáfana. Miguel Iceta presiona a Pedro Sánchez, para que este a su vez presione a Mariano Rajoy a fin de ahorrarse el cáliz del 155. De aplicarse este artículo, sobre todo como piensa aplicarlo el PP, el socialismo catalán se dividiría, el PSC se acabaría viendo obligado a romper con el PSOE. Una Cataluña intervenida dejaría al socialismo catalán a los pies de los caballos sobre los que cabalgarían los interventores de la Moncloa. Un partido interventor, el PSOE, nunca puede ser hermano de un partido intervenido, el PSC. La dimisión de Nuria Parlón, miembro de la ejecutiva de Ferraz, es todo un aviso de lo que podría acabar ocurriendo en el Partido Socialista Catalán si Sánchez no interrumpe su relación con Rajoy, mientras las huestes interventoras entran a saco en Barcelona.

Amagar con devolverle las cartas a Rajoy le viene bien a Sánchez, por cuanto su electorado no acaba de ver con gusto ese adulterio político que protagoniza con la peor derecha europea encabezada por el sobrecogedor Rajoy. No digamos de los otros cuatro mosqueteros del 155: la reprobada in pectore Soraya Sáenz de Santamaría, encargada de dirigirla, y los tres ministros reprobados, Montoro, Catalá y Zoido, encargados de ejecutarla. No se sabe cual de todos ellos da más miedo a los electores socialistas. Si ya fueron reprobados por su pésima conducta política ¿qué no harán con ese cheque en blanco que nadie ha rellenado desde que el general Franco designó como su sucesor a los Borbones ? La salvajada del 1 de octubre, ordenada desde la Moncloa por la comandante en jefe, no es más que una primera muestra de lo que puede ocurrir en Cataluña cuando entren en danza los interventores.

Este gesto interruptus, sin embargo, tiene un grave problema de credibilidad. Son tantos, tan variados, repentinos y contradictorios los giros que da Pedro Sánchez que, probablemente, ni él mismo sabe cuál será su posición mañana. En mucho menos de un mes ha pasado de enunciar la histórica plurinacionalidad de España a olvidarse de ella; de reprobar a Soraya Santamaría a santificarla; de denunciar el 155 a defenderlo y ahora, proponía no aplicarlo si Carles Puigdemont hubiese convocado elecciones en Cataluña. El PSOE es hoy  una veleta que gira según sopla el viento político. O, mejor dicho, según sopla el viento de la derecha. Al carecer de una clara postura definida sobre la cuestión nacional– aquí y ahora no cabe ser de izquierda sin reconocer el derecho a decidir de todas las naciones que componen España–  vive del concubinato ideológico con la derecha.

Cierto que padece la presión constante de la aduanera de Rajoy en Andalucía, Susana Díaz, para recordarle una y otra vez, si fuese necesario, la consigna de la Moncloa. Nada más apearse Sánchez de la cama de Rajoy, la lideresa le ha recordado  que la disciplina de voto del Partido Socialista es de muy obligado estricto cumplimiento para los senadores socialistas catalanes. Por tanto, esa libertad de voto implícita que Sánchez regaló a José Montilla, expresident de la Generalitat, deberá ser anulada o sancionada si el requerido no vota su muerte política. Que muera el socialismo catalán para que viva el socialismo andaluz, que lleva casi cuatro décadas en la Junta viviendo de la solidaridad territorial. Y es que no hay que olvidar que en el Congreso de los Diputados, Susana Díaz cuenta de facto con un grupo parlamentario andaluz propio, con el que Rajoy siempre puede jugar.

Finalmente, por orden que no por importancia, Rajoy podría convocar elecciones generales anticipadas, si este gesto interruptus hubiese ido más allá de un amago inútil, para terminar con la discusión. Sánchez carece de credibilidad, ha sido desmentido por la Moncloa y lo sería mañana por Susana Díaz si fuese oportuno. Así pues el gesto interruptus es gratuito. No le sirve a Pedro Sánchez, ni a Rajoy, ni al PSC, y mucho menos a los electores desconcertados del PSOE que nunca le perdonarán que pudiendo hoy encabezar un muy sólido frente de oposición a la Moncloa, liderando una alternativa democrática a la derecha, practique ahora el 155 al alimón con el Partido Popular.  Lo pagará el PSOE, la democracia y España. Nunca hay callejones sin salida en la historia y cuando  en Cataluña se cierra la puerta democrática se abre la reaccionaria.

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