El desconcierto

El bumerán del desinfectante 155

Nadie ha trabajado más que Soraya Sáenz de Santamaría, Josep Borrell y Xavier García Albiol para la espectacular reedición de la mayoría absoluta de las fuerzas independentistas en las urnas autonómicas de Cataluña. La primera asesinando a Montesquieu en Madrid, tras reivindicar que fue el Gobierno de Rajoy quien hizo que los jueces descabezaran a los líderes soberanistas, el segundo regañando a su compañero Iceta por no desinfectar la herida catalana y el tercero, ufanándose de los muchos años de cárcel que iban a pasar los presos políticos catalanes, han despejado ipso facto todas las posibles dudas sobre la dudosa intención de voto de algunos electores nacionalistas, quizás descontentos por la pasada gestión del Govern de Puigdemont. Ajustándose bien al clisé soberanista de lo español, han contribuido decisivamente al triunfo del soberanismo. Ese muy fétido hedor del desinfectante 155 ha estallado como un bumerán en el rostro de Rajoy.

Pese a la victoria de Ciudadanos, que ha fagocitado una buena parte de todo el voto unionista, nada es más inútil que este llamado voto útil reunido en torno a Arrimadas. Su gran avance ha sido posible por el descenso del PP y el práctico estancamiento del PSC. Más de una docena de años proponiendo la confrontación con la Cataluña soberanista, denunciando tanto la pasada política de acuerdos de los populares como de los socialistas con el nacionalismo, han desembocado ayer en esta clarísima cosecha electoral de la Cataluña unionista. Pero es una muy amarga victoria, puesto que le impide ser una alternativa de gobierno, dado que ha jibarizado al socialismo a la vez que enviado al grupo mixto a los populares. Quien como Albert Rivera llegó a la política desnudándose en un poster electoral, ha terminado desnudando a Iceta y dejando en pelotas a Albiol.

La impotencia en la que se va a mover Inés Arrimadas proviene del primer gran triunfador de la noche del 21 de diciembre. El gran éxito del presidente de la Generalitat Puigdemont, que probablemente intente continuar en su puest, es de aquellos que marcan época. Sin partido, con una plataforma política personal, refugiado en Bruselas, emerge políticamente contra viento y marea del 155. Si se tiene en cuenta que ha adelantado a todo un partido histórico como Esquerra, partiendo de la nada, su victoria adquiere un significado muy especial. Situándose por encima de los partidos, conectando directamente con las masas nacionalistas, ha logrado ser la primera fuerza independentista y ha colocado al Partido Popular no sólo como el último partido de Cataluña, ya lo es también en Euskadi, sino ubicarlo en el grupo mixto junto con la CUP.

El fracaso de Rajoy no tiene paliativos. El bumerán del desinfectante del 155 lo ha dejado noqueado. Ya le advirtió bien Aznar que si el 21 todo seguía igual estaría mucho peor. Efectivamente, es como está. La mayoría independentista que tanto contribuyó a crear continúa y Puigdemont, al que la Brunete Mediática trituró, está más vivo que nunca, pendiente de regresar al palacio de San Jaume. Compañero de desgracia es Pedro Sánchez por prestarse a ser carcelero de los Jordis y secundar la aplicación del 155 en Cataluña. La crisis del PCS se acentúa, Iceta ha sido obligado a bailar con la más fea e Inés Arrimadas le ha expropiado no pocos electores socialistas. Nuria Parlón, que dimitió de la dirección socialista, tenía razón en noviembre al negarse a avalar la política autoritaria de Rajoy.

La bifurcación de Cataluña en dos mitades es mayor que ayer, pero menor que mañana. El unionismo y el soberanismo salen fortalecidos de esta consulta electoral que va a agravar hoy el choque de trenes con el Estado español. Tan evidente como que Cs se beneficia de esta polarización, lo es, igualmente, que la CUP la ha pagado al contado en votos contantes y sonantes a Esquerra. En el próximo parlamento, por lo tanto, no cabe esperar tregua alguna. Tras estos resultados el problema catalán se enquista sin capacidad para poder salir de un escenario beligerante. Ni unos ni otros van a bajarse de sus planteamientos antagónicos. Ni mucho menos la Moncloa va a ayudar a propiciar un diálogo entre los dos bloques sociales dirigidos por Carles Puigdemont e Inés Arrimadas.

Los 70 diputados independentistas y los 57 unionistas, sin embargo, necesitan encontrar un denominador común que de una salida a esta división social. Máxime cuando, si se suman los 8 diputados de los comunes a los de los soberanistas en la demanda de un referéndum pactado, se alcanza un total de 78 partidarios a que la sociedad catalana pueda pronunciarse sobre su relación con el Estado español. El independentismo sabe bien desde octubre que no puede ganar, el unionismo lo sabe mejor desde este 21 de diciembre. Si con todos los recursos estatales, encarcelaciones y mucho más de dos millones de euros invertidos en la promoción del producto Arrimadas no han ganado ayer, es impensable de todo punto que mañana puedan ganar. No queda hoy más camino que el derecho a decidir de los catalanes, si se quiere evitar que tanto Cataluña como España se hundan en el autoritarismo preconstitucional.

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