El desconcierto

Rivera: más 155, menos Quim Torra

Aprovechando el pacto directo de Rajoy con Urkullu e indirecto con Puigdemont, con el que intenta seguir en la Moncloa dos años más, Rivera eleva la apuesta rojigualda. Al romper el frente del 155, retoma el discurso del nacionalismo español amenazado por el secesionismo catalán justo en vísperas de la investidura de Qim Torra como nuevo president de la Generalitat. Así presenta hoy a Ciudadanos como el abanderado del nacionalismo español frente a un Partido Popular que, para sobrevivir a la corrupción que lo ahoga, aparece aliado al PNV vasco y al PdCat catalán, que cobran su apoyo con lo que califican como cuponazo de Euskadi y un gobierno soberanista de Cataluña a cambio de que Rajoy acepte a Quim Torra.

No al 155 light aún existente, sí a un 155 rotundo, va a ser el caballo de batalla de Rivera, en cuanto pueda entrar en el Palau de San Jaume el president Quim Torra designado por el propio Carles Puigdemont. La enseñanza catalana, a la vez que TV3, junto con el papel de los CDR, van a ser los tres frentes políticos de la ofensiva de las huestes de Inés Arrimadas. Si Ciudadanos creció ayer denunciando a PP y PSC por su tibieza con Pujol, que también pudo mantener a González y Aznar en la Moncloa, ve ahora un campo bastante abonado si Albiol e Iceta no le secundasen en su inminente cerco político al nuevo president de la Generalitat. Ni siquiera se ha convocado aún el pleno del parlamento catalán y ya suena la artillería mediática que preludia el avance de la fiel infantería de Ciudadanos contra Quim Torra.

Casual o causalmente, la orden de ataque de Albert Rivera va bien arropada institucionalmente. El Jefe del Estado, en un acto celebrado en Yuste, vuelve a pedir que se superen las "concepciones excluyentes e insolidarias" al mismo tiempo que el Tribunal Supremo ratifica el auto de procesamiento político del magistrado Pablo Llarena contra  los mandamases soberanistas. Simultáneamente, la abogacía del Estado desmiente al ministro Cristobal Montoro al sostener que Puigdemont cometió delito de malversación, que ya antes había cometido, según el Tribunal de Cuentas, Artur Más en el referéndum del 9–N. Desde luego, una de dos, o no hay sincronía del Gobierno de Rajoy con el Estado o falta sintonía.

Nada puede agradecer más Rivera a Rajoy que presente al PSOE como el modelo de lealtad que debiera seguir hoy Ciudadanos. Esa imagen del PPSOE cabalgando de nuevo juntos multiplica el trasvase de votos que no paran de recibir tanto del PP como del PSOE. Sumada a esa negociación que mantienen los bipartidistas en declive, sobre la presidencia del Banco de España, refuerza muy mucho la imagen que vende Ciudadanos como una auténtica bisagra del centro derecha e izquierda abandonados, respectivamente, por el PP y el PSOE. En cuanto al PNV, el demiurgo de Quim Torra, Ciudadanos responde con la demagogia para impedir la aproximación de los presos vascos a las cárceles vascas pactadas, implícitamente, entre Rajoy y Urkullu.

Será en otoño, con al macro juicio de los procesados en la Causa General sobre Cataluña, cuando estalle la respuesta de Albert Rivera. Sobre todo, si  para entonces Quim Torra decide convocar nuevas elecciones catalanas coincidentes con el desarrollo de este bastante tenso macroproceso judicial, como se viene rumoreando estos días. Sea así o no, el hecho cierto es que la estación otoñal irá acompañada de fuertes vientos políticos, judiciales y sociales de los que sacará buen partido Ciudadanos y que colocarán a Rajoy en peor situación de la que se encuentra hoy al aparecer mañana como firme aliado de los encausados de ayer. Demasiado para un gallego, aunque sea tan inteligente como Rajoy.

La ventaja de Albert Rivera es que Ciudadanos es el único partido con una identidad ideológica clara, el nacionalismo español, una táctica  política, el combate contra el nacionalismo vasco catalán y una firme estrategia estatal, la recentralización de España. Frente a este proyecto político, el anacronismo corrupto del PP, la progresiva irrelevancia del PSOE y la ausencia de una alternativa de izquierdas, apenas pueden hacer más que retrasar su advenimiento a la Moncloa. No es que Rivera o Aznar, su inspirador desde la FAES, sean Hegel, sino que son los únicos, con excepción de los partidos vascos, que hacen política y no se limitan a los juegos de manos parlamentarios. Saben lo que quieren y como lo quieren. El resto es silencio.

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