El desconcierto

Sánchez y Torra hacen camino al andar

Nada simboliza mejor el encuentro de Pedro Sánchez con Quim Torra que esa Fuente de Machado, situada justo enfrente de la residencia presidencial en la Moncloa, donde el poeta se citaba con Guiomar en la década de los treinta, y que ayer el president de la Generalitat solicitó conocer. Nada mejor pues, que el conocido poema de Don Antonio para evidenciar como ambos caminantes, tras su primer diálogo político, son conscientes de que no hay camino, se hace camino al andar. Cierto que hoy nadie se llama a engaño sobre sus escasas probabilidades, los profesionales de la confrontación entre los ciudadanos de España nos lo recuerdan todos los días, pero nadie desconoce tampoco sus posibilidades, lo que aumenta los altos decibelios de esa trompetería apocalíptica que busca balcanizar los Pirineos.

Desalojado Rajoy de la Moncloa, encajonada la judicialización de la política, no le queda otra opción a  Pedro Sánchez y a Quim Torra que empezar a recorrer la senda de la política, salvo, claro está, el secundar a los fanáticos entusiastas de las guerras, en su sentido literal, de las banderas. Ni la Moncloa puede criminalizar a la mitad de los catalanes independentistas, ni la Generalitat  desconocer a la mitad de los catalanes que se sienten tan catalanes como españoles. Los últimos nueve meses son toda una lección política de lo que no hay que hacer si se está por mantener la relación de España con Cataluña. Como muy bien acaba de señalar recientemente Ana Botín, desde la presidencia del Santander: "hay que seducir a los catalanes".

Esta vía política de Sánchez y Torra es viable, valga la redundancia, con la vía judicial de Rajoy encarnada hoy en el magistrado Pablo Llarena. La Moncloa y la Generalitat pueden recuperar la Comisión Bilateral, suspendida hace siete años, mientras que los tribunales continúan con su labor hasta el otoño. Entonces, será el Tribunal Supremo quien podrá establecer si los soberanistas imputados son condenados por rebelión, 30 años , sedición, 15 años, o conspiración para la rebelión, unos 6 años. Ahí terminará toda la algarabía togada de la ex-vicepresidenta Soraya Santamaría; ahora acusada también de haber roto España por el sector psicópata de su propio partido.

Torra apuesta tanto por el derecho a decidir, defendido por el propio Lehendakari Urkullu, como Sánchez lo rechaza por no tener encaje legal en nuestro ordenamiento constitucional, pese a que destacados constitucionalistas, tanto en la misma derecha como en la izquierda, opinan lo contrario. Es, ciertamente, un nudo gordiano, pero no hay prisa por desatarlo, y mucho menos hacerlo a la manera con que se deshizo el mítico nudo. Previamente, parece muy conveniente atender cuestiones mucho más urgentes. Colocar ahora el carro de la reforma constitucional delante de los bueyes, sería tanto como lanzar piedras contra el mismo tejado común de las fuerzas democráticas. Ambos, Sánchez y Torra, coinciden en que, hoy por hoy, lo prioritario es intentar recuperar el diálogo político pisoteado por Rajoy.

Si en la propia legislación de la dictadura del general Franco se encontró un hilo para que los españoles votaran un referéndum sobre la disolución de la misma dictadura, convocado en diciembre de 1976, no es imposible que desde el aparato legislativo de la democracia, presidida por Sánchez, aparezca otro que conduzca a las comunidades autónomas a votar sobre su futuro. No es un problema jurídico, es voluntad política. Si mañana se articula un bloque social y político, como el que se articuló bajo Adolfo Suárez, nada ni nadie podría impedir la puesta a punto de la Constitución de 1978, justo en su muy ambiguo título octavo. Pero esa tarea debe esperar.

Es  mucho más urgente barrer las toneladas de odio sembradas en Barcelona y Madrid. Desde la llegada  de Sánchez a la Moncloa, se respira un nuevo clima social, donde los clisés antiespañoles y los estereotipos anticatalanes pierden fuerza y se difuminan, al tiempo que se consolida una nueva mayoría parlamentaria que barre de las cuadras presidenciales el caballo cojitranco de Santiago. Quedan, eso sí, los tigres de papel que galopan hoy contra Pedro Sánchez como lo hicieron ayer  contra Suárez. Entonces, consiguieron doblar el pulso al primer presidente democrático, no lo tendrán tan fácil con quien hoy se sienta en la Moncloa. De alguna manera, el presidente del Gobierno es algo así como  la metáfora  de la sensatez política de toda la sociedad española.

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