El desconcierto

El difícil equilibrio de Podemos

Tras la reunión de ayer de Pablo Iglesias con Pedro Sánchez, líderes de las dos  principales fuerzas sociales que nuclean la actual mayoría parlamentaria sobre la que descansa hoy el gobierno socialista, son muchas las interrogantes que se suscitan en el seno del bloque social progresista. Tanto sobre la forma como sobre el contenido de esa alianza tácita e implícita del PSOE con Unidos Podemos. Mientras unos ven la botella medio vacía, otros la ven medio llena y los más la vislumbran diáfana, esperanzados de que los demonios familiares de la izquierda, que aún ululan por varios despachos de las respectivas sedes de Ferraz y Princesa, no frustren, una vez más, los intereses sociales de la mayoría de los ciudadanos. La pregunta que todos se hacen es: ¿Podemos unidos con el PSOE?

No es nada fácil para Unidos Podemos ayudar políticamente a una fuerza política que, según los sondeos publicados, puede llevarse una porción de voto del electorado morado, ni tampoco lo es encontrar el imprescindible punto de equilibrio en el apoyo crítico al Partido Socialista. Sin un claro programa común, sin una hoja de ruta compartida, sobre la marcha  y a ciegas, se avanza con no pocos titubeos e indecisiones y con el riesgo cierto de retroceder. Los casi cien días transcurridos desde la moción de censura contra  Rajoy indican tantos elementos positivos, todos lógicamente aplaudidos con las dos manos moradas, como negativos, no todos  suficientemente criticados por las voces moradas.

Si se compara con la brutal presión política y mediática del muro del dinero sobre el Gobierno Sánchez, un puño de hierro, la presión meramente política de Unidos Podemos es un guante de seda. Desde la Asociación Española de Banca a la Confederación de las Cajas de Ahorro, pasando por los todopoderosos lobbies eléctricos e industrias automovilísticas, han conseguido  que el Gobierno retire el impuesto bancario, la fiscalidad del diesel o la prometida derogación de la reforma laboral. Hoy mismo, cuando se discute sobre la política presupuestaria, ya llueven algunas advertencias, cuando no abiertas amenazas, sobre los proyectos sociales del gobierno. Y en el orden político, las presiones  han logrado que Sánchez rectifique su postura neutral con  el juez Llarena o la amante del rey emerito.

Justamente, porque tanto el PP como Ciudadanos, las dos caras de una misma moneda, intentan empujar al PSOE hacia la derecha y enfrentarlo con la izquierda, Unidos Podemos debe empujar a los socialistas hacia la izquierda y confrontarlos con la derecha. Si los morados no ejercen este contrapeso, será difícil que el PSOE pueda resistir la presión de los potentes lobbies que atenazan todo nuestro sistema socioeconómico. Casado y Rivera, así como sus apoyos financieros, saben que es más que probable que Pedro Sánchez siga gobernando tras las próximas elecciones generales y que, por lo tanto, de lo que se trata hoy y mañana es de reorientar el sentido progresista de ese futuro gobierno. Por ello, centran ahora mismo todos sus esfuerzos en quebrar la actual mayoría parlamentaria.

Cuando Albert Rivera pasa de la teoría joseantoniana, negar la España plural, a la acción joseantoniana,  desatando los lazos amarillos, lo que está haciendo hoy es  instrumentalizar la cuestión catalana y hacer saltar un gobierno que proyecta lazos fiscales sobre ese IBEX35, al que la fuerza naranja le debe su gestación. Desde la década de los años treinta , en que los matones falangistas agredían a quienes vendían "El Socialista" o "Mundo Obrero", no habíamos vuelto a presenciar agresiones como las ocurridas recientemente contra el periodista de Telemadrid. Demasiado bien saben que Cataluña, pese a la distensión lograda por Sánchez, es el eslabón débil de ésta, para ellos, incómoda mayoría parlamentaria.

El muro del dinero necesita demostrar que el PSOE, con el apoyo de Unidos Podemos, no podrá gobernar más que algunos meses. El objetivo es romper la actual mayoría parlamentaria y convocar unas nuevas elecciones que faciliten, según las encuestas, un  gobierno de Sánchez con Rivera o con Casado, lo mismo da uno que otro; de lo que se trata es de sustituir  a Pablo Iglesias. O sea, impulsar aquel mismo gobierno que ya intentaron imponer en marzo de 2016. Cierto es que olvidan que, desde entonces, el color naranja de Ciudadanos se ha diluido en el azul mahón de la Falange y, también, que los morados han aprendido que sin el PSOE no hay cambio posible en España; eso sí, lo que debería tener más claro Unidos Podemos es que ese cambio deseado solo se consigue con un apoyo crítico, empujando al PSOE hacia la izquierda. Ese empuje es hoy la principal ayuda que Unidos Podemos puede dar a Pedro Sánchez y su principal contribución a la consolidación de esta democracia, amenazada hoy por la involución  de la España negra.

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