El desconcierto

La VOX de Casado y Rivera

El dato más relevante de la campaña electoral andaluza que finaliza hoy  es, sin duda, la potente irrupción de VOX, cuando aún las urnas no han validado los sondeos que anticipan su probable presencia en el parlamento de Andalucía.  Pablo Casado y Albert Rivera se han negado a aclarar si participarían en un acuerdo con esta formación para poder impedir la continuidad de Susana Díaz en la presidencia de la Junta y han competido por seguir el rumbo político marcado por Santiago Abascal  para intentar atraer ese 4% de voto que las encuestas señalan para VOX. Cabe decir, pues, que estamos en el inicio de una nueva reconversión de toda la derecha española. Algo que se puede definir hoy mismo como la VOX del Partido Popular y Ciudadanos.

Más allá de los resultados del próximo domingo, podemos decir que VOX ha ganado ya las elecciones. No, claro está, aritméticamente sino políticamente. Los argumentos, el estilo y la orientación de Pablo Casado y Albert Rivera han ido adaptándose al argumentario de Santiago Abascal, según se sucedían los días que faltaban para la apertura de las urnas. En la misma medida, además, que ninguno de los dos denunciaba a la extrema derecha como tal, y rehusaban incluso definirla, facilitaban la labor de los militantes del hasta ahora grupo extraparlamentario. Mirando hacia los años de la transición, sería como si, simultáneamente ayer, Manuel Fraga y Adolfo Suárez hubieran seguido los criterios marcados por Blas Piñar.

Quien siembra vientos políticos recoge VOX. El discurso y la práctica crecientemente involucionista del PP y Cs, posterior a la moción de censura contra Rajoy, se traduce en un incremento del voto de la extrema derecha, que ahora se registra en Andalucía y mañana se registrará también en Madrid, Valencia y Murcia. Máxime cuando VOX no es el sindicato de corruptos, que todavía pervive en el Partido Popular, ni el mayordomo del IBEX 35, al estilo de Ciudadanos. La demagogia desatada contra el Gobierno de Sánchez la recoge hoy un partido que no ha robado, por ahora, ni es correa de transmisión de fuerzas bancarias. VOX empieza a aportar a la derecha una base social popular, desatendida por la izquierda, ajena a la Constitución de 1978.

Que tanto Rivera como Casado hayan polemizado sobre un nuevo 155 en Cataluña, o la ilegalización de facto del PNV, hablando de una reforma de la ley electoral que exigiría un 3 % de voto estatal para los partidos nacionalistas, muestra ese progresivo deslizamiento de la derecha constitucional hacia los postulados preconstitucionales propios de VOX. Por no recordar, asimismo, el cuestionamiento del Concierto vasco, recogido por la Carta Magna, claramente destinado a envenenar la percepción de los andaluces sobre Euskadi o Cataluña. No digamos los guiños sobre el  grave problema de la inmigración en una comunidad que comparte orilla del Mediterráneo con Marruecos o la propuesta de derogar la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985 para que no esté sujeto a la soberanía popular.

Este aval político de Casado y Rivera a Abascal, medio año antes de las triples elecciones europeas, autonómicas y municipales del superdomingo de mayo, será todo un bumerán electoral tanto para el Partido Popular como para Ciudadanos. Justo por haber actuado en Andalucía como padrinos del probable bautizo parlamentario de VOX, lo acabarán pagando caro en Madrid, Valencia y Murcia en la próxima primavera. En su muy dura pugna por la hegemonía de la derecha, el Partido Popular y Ciudadanos están potenciando a VOX, puesto que para hacerse con el voto de la extrema derecha, copian al líder y a la formación que la impulsa. Olvidando ambos que el electorado, antes refugiado en el PP, ya había huido hacia VOX.

Estamos, pues, ante tres tonos de voces de la derecha. O, mejor dicho, ante tres tonalidades de VOX.  Que tienden cada vez más a ser una orquesta involucionista sin director, en espera de que, quizás, Aznar se disponga a coger la batuta. Porque, mucho más allá de las intencionalidades subjetivas, el hecho objetivo es que la mayoría progresista sobre la que se asienta el gobierno Sánchez potencia bastante, por su propia naturaleza, esa tendencia política desarrollada hoy en Andalucía. Y es que, paradójicamente, este tridente de la derecha–PP, Cs y VOX– refuerza extraordinariamente aquello que quiere combatir. Electoral, política e ideológicamente consolida la alianza de facto entre las tres fuerzas democráticas que sostienen a la Moncloa. Entre la involución y la democracia, la inmensa mayoría de la sociedad española sabe a quien votar.

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