El desconcierto

VOX, el bumerán del Podemos de derecha

Ya tiene Josep Oliu, presidente del Banco Sabadell, el Podemos de derecha que hace cinco años reclamaba con urgencia. Aunque, le estalla como un bumerán en su rostro, y en el de todos sus colegas banqueros,  ya que nada tiene que ver con el que esperaban aquí y ahora. No es Ciudadanos, ni Rivera, sino Vox y Abascal. No hay hoy sondeo que no lo refleje. La formación nacionalpopulista va a salir extraordinariamente fortalecida de las urnas del 28 de abril. Un largo quinquenio político apostando por Ciudadanos, el partido de las élites financieras, para desembocar en el espectacular avance de Vox, el partido populista de derecha. El resultado  es muy catastrófico. Tras jibarizar al Partido Popular, Ciudadanos ha sido la antesala electoral de Vox.

Una docena de eruditos a la violeta, nunca mejor empleada esta expresión, más una colección de  ejecutivos  pijos, sumados al ganado de desecho del PP y PSOE, por mucho que se empeñen no son una alternativa política factible. Ni tampoco el argumentario lerrouxista, vendible en un sector de la sociedad catalana, puede ser un programa político atractivo para la sociedad española. Funcionó en un primer momento, dada la necesidad  de huir de la mafia corrupta del PP, o de la crisis de entonces del PSOE, pero barrida la basura de Rajoy y rehecho el Partido socialista, no es más que el puente de paso hacia Vox. Albert Rivera apenas puede sostenerse hoy vendiéndose simultáneamente como eficaz muleta política a Casado y a Sánchez.

Ese Podemos de derecha, que ayer pedía la banca, empieza ya a serlo Vox para sorpresa de los círculos de poder. La indignación, el cabreo e incluso la ira social está cambiando de acera. Quien busque dar una patada al sistema o una bofetada al régimen del 78, ya está dejando de usar la pierna o la mano izquierda. Hoy los puntapiés y los guantazos comienzan a darse ya con la diestra superior e inferior. Los mítines repletos de Vox en muchas ciudades y pueblos muestran que el descontento social sigue creciendo en la misma medida que crece la desigualdad de los españoles. Ese Guadiana político que es Vox, recién emergido en Andalucía, está a punto de hacerlo, en el resto de España, con las urnas del 28 de abril.

Esta irritación ciudadana, ahora envuelta en la rojigualda, desnuda la politiquería nacionalista de Casado y Rivera sin más objetivo que la lucha por el poder. Cuando Abascal llama derecha cobarde al PP y denuncia la veleta de Ciudadanos, encuentra oídos atentos, porque la retórica Casado y Rivera le ha allanado el camino electoral con sus proclamas incendiarias. La nación de la que no paran de hablar el PP y Ciudadanos, basada en el interés de un sector de los poderosos, no es la misma de la que habla Vox, basada en el nacionalpopulismo. Así, la paradoja de las dos derechas elitistas levantando a España frente al desafío soberanista catalán, a la vez que la mantienen de rodillas ante las imposiciones agrarias e industriales de la Europa del Norte sobre la Europa del Sur.

Por mucho que se empeñara el desaparecido Fraga, España no es, ni ha sido nunca diferente. Ahí está Vox encauzando en Madrid el nacionalpopulismo que existe en Roma, París, Viena Budapest y Varsovia. Más todavía, tras Santiago Abascal se vislumbra la figura de un Steve Bannon, el puente que  conecta al político vasco con una potente corriente ideológica que reivindica ahora la soberanía de las naciones y el papel de los Estados. Por ello, no es  nada casual que en un reciente debate entre varias mujeres políticas, la representante de Vox criticara abiertamente la política de Merkel y Macron.  En una sociedad tan esquilmada como la española, golpeada por el siempre rentable euroilusionismo de los poderosos,  no hace falta señalar la  enorme potencialidad política y electoral que encierra aquí y ahora  este discurso defendiendo los intereses españoles en Berlín.

Estamos ante un nuevo intento más de recomposición política de la derecha española desde la dictadura. Primero se intentó con Unión de Centro Democrático, luego con  el Partido Popular, ahora mismo se intenta con Vox. Sólo que las dos primeras tentativas surgieron desde arriba y con antiguos hombres del franquismo y ésta tercera, desde abajo y con  jóvenes dirigentes que no vivieron la dictadura. Suárez murió en el intento, Fraga lo consiguió con una u otra sigla, hasta que el síndrome de Diógenes hundió al PP, y ahora Abascal se dispone a intentarlo. Será desde el mismo Congreso de los Diputados, donde el nacionalpopulismo de Vox volverá a marcar el rumbo político de la oposición de derecha al nuevo gobierno de Pedro Sánchez, para desesperación de las élites que contemplan hoy a Santiago Abascal llevando la batuta que deseaban ver en la mano de Rivera.

 

 

 

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