El desconcierto

Carmena entre Errejón e Iglesias

Podemos me lo dió, Podemos me lo quitó. Bien podría Carmena, hoy crucificada políticamente, parafrasear a Jesucristo cuando se dirigía a Dios Padre. Efectivamente, Podemos se lo dio, al situarla hace cinco años en la alcaldía de Madrid; Podemos se lo quitó, al enfrentarse cainitamente los dos egos de sus fundadores. Cuando en las recientes elecciones del 26 de mayo parecía bastante asegurada su reelección, no por azar ha sido quien ha recogido más votos de todos los candidatos, la pelea morada regala el ayuntamiento a las tres derechas, a la vez que renuncia a limpiar la Comunidad de Madrid de toda la mugre acumulada por el Partido Popular a lo largo del último cuarto de siglo.

Casado, Rivera y Abascal se restregaban los ojos la noche del recuento electoral ante lo que estaban viendo. Tanto que hasta medianoche no se decidieron los de Génova a montar un tenderete delante de la puerta de sus sede para celebrar un triunfo que no esperaban. Cuando todo era llanto y crujir de dientes, ante la victoria sin paliativos del Partido Socialista Obrero Español, dos grupos de profesores universitarios enfrentados por el poder, proporcionaban al Partido Popular, Ciudadanos y Vox la alcaldía y la presidencia que tenían ganadas si no anduviesen a garrotazos hoy por una silla institucional de más o menos. No es la derecha quien ha ganado, es la izquierda quien les ha regalado el triunfo.

La descomposición de Podemos, fruto de una mera pugna personal desarrollada sin una estructura de partido que la pudiera encauzar, ha descompuesto finalmente el escenario político madrileño. Más Madrid, la creación de Errejón, ha desembocado, como era previsible, en menos izquierda y más derecha. Romper Podemos en beneficio de una microfracción, era la peor de las salidas posibles a una crisis de tan largo recorrido como nulo contenido. Creer que ello era viable sin que las demás tendencias respondieran era, como se ha visto, un pésimo cálculo. Un movimiento heterogéneo sólo puede dejar de serlo si sus corrientes internas llegan a una síntesis.

Pero la gran pregunta es ¿por qué Carmena tomó partido en esta pelea de gallos morados? Si hubiese sido neutral, tenía todo en su mano; y al entrar en un terreno que no era el suyo, podía perderlo todo, como así ha sido. Hoy, previsiblemente, la alcaldía seguiría siendo de Ahora Madrid, con quien consiguió la victoria electoral en 2015, y de rebote la presidencia de la Comunidad habría sido ocupada por  Angel Gabilondo. Lo único cierto es que era solo Errejón quien la necesitaba en su dura lucha contra Iglesias por el control de Podemos, como bien lo evidencia que haya obtenido casi la mitad de votos menos que Carmena en la Comunidad. El rotundo fracaso de Iñigo Errejón, en este nuevo asalto contra Pablo Iglesias, ha arrastrado a la ya ex alcaldesa al abismo político.

No deja de ser una cruel paradoja que quien viene demandando un ministerio desde la campaña electoral, haya prestado el peor de los servicios posibles a Pedro Sánchez. El resultado es que Pablo Iglesias ha contribuido, en compañía de otros, a que Madrid sea una excepción en el mapa rojo que hoy es España. Ha dejado a Sánchez al pie de los caballos de los grupos de presión que buscan empujarle a reanudar a aquellas amistades peligrosas con Albert Rivera, aprovechando que Podemos es hoy poco más que un fantasma en algunas comunidades y algunos municipios en los que los socialistas contaban con el previsible apoyo de los morados. Y, sobre todo, al regalar Madrid a las tres derechas contribuye a difuminar el espectacular triunfo del PSOE en toda España.

Entregar Madrid en estas circunstancias, evoca la entrega amarga, hace ahora ochenta años, de la capital y más de la tercera parte de todo el territorio republicano a la sublevación fascista del general Franco. Pasaron, como vuelven a cantar las tres derechas, porque otro profesor universitario, Julián Besteiro ,les abrió la puerta de Alcalá con la ayuda del golpe de Estado del coronel Casado contra el gobierno de Juan Negrín. Pasan hoy, por los inclementes golpes que las distintas corrientes de Podemos se propinan con intenso furor dialéctico digno de la mejor causa. Pero si Carmena ha sido crucificada como lo ha sido, se debe asimismo a que la propia alcaldesa se ha subido a la cruz después de haber llevado el pesado madero nazareno en espera de su crucifixión. En el pecado lleva hoy la penitencia.

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