El desconcierto

Vetos hoy, votos mañana

Nada hacía prever hoy, después de unos nueve largos meses de estrecha colaboración gubernamental, el actual soterrado pulso de Sánchez e Iglesias. Todo lo contrario. Parecía abrirse un nuevo horizonte para todas las fuerzas progresistas. Máxime cuando, pocos días mas tarde, los españoles volvían a reafirmar su oposición a la involución de las tres derechas en las urnas europeas, municipales y autonómicas. Justo en el momento en que el PSOE junto con Podemos puede abordar la resolución de importantes problemas vitales para la ciudadanía, los viejos demonios familiares de la izquierda reaparecen quebrando el clima de diálogo que había permitido hace ahora algo más de un año, en muchas peores condiciones, barrer la corrupción institucionalizada del PP.

¿Gobierno de coalición o gobierno de cooperación? Esa es hoy la cuestión, ninguna propuesta programática, la que separa a los hermanos tentados por el cainismo del que, por supuesto, las tres derechas derrotadas intentan sacar partido. Tantos intereses tiene Pedro Sánchez para defender su propuesta como Pablo Iglesias para defender su contrapropuesta, a la vez que ambos líderes pueden argumentar sus respectivas posturas sobre los resultados del 28 de abril y 26 de mayo. Porque es bien evidente que en ambas urnas la izquierda votó en contra de los tres derechas como la derecha en contra de Pedro Sánchez, pero en ninguno de los dos bloques se votó por un gobierno de cooperación o de coalición, o de un gobierno de las tres derechas, o de únicamente dos. Precisamente por ello, coinciden en estos mismos días los vetos a las investiduras del presidente de Gobierno en funciones, y de López Miras en Murcia y Díaz Ayuso en Madrid.

No hay ninguna pinza a la vista, como se sugiere en Ferraz, para explicar la actitud de los morados. Desde el imposible sorpasso de Podemos al PSOE en junio de 2016, es una tentación inexistente dado que hoy sería un suicidio para Podemos. Ni tampoco tiene hoy ningún sentido recordar el calvario de Manuela Carmena en la alcaldía de Madrid, donde pagó el pato de las luchas internas de Podemos, para justificar la presente desconfianza socialista sobre la participación morada en el gobierno progresista. El problema es mucho más simple. La izquierda minoritaria teme ahora verse fagocitada por la izquierda mayoritaria y, por lo tanto, intenta estos días reequilibrar políticamente su desequilibrio social.

Tampoco el PSOE busca pactar con la derecha, como abiertamente se dice desde Podemos, para explicar la actitud de los socialistas. Es un claro juicio de intenciones tan retorcido como el de la pinza morada sujeta a las tres derechas. Ni mucho menos con un líder como Sánchez que no solo ha sido machacado mediáticamente como Iglesias sino que, además, fue víctima de un golpe de estado de todos los poderes fácticos contra el PSOE durante octubre de 2017. La cuestión es más sencilla. La socialdemocracia es una fuerza de centro izquierda que cuida tanto el sustantivo como el adjetivo. Máxime, cuando ahora mismo Ciudadanos se desangra electoralmente y lógicamente el PSOE puede ampliar su base electoral.

Pero la pregunta clave es: ¿hasta qué punto los intereses políticos encontrados del PSOE y Podemos responden a los intereses sociales de sus bases electorales? Creer que la lucha política se reduce hoy a juegos de tronos y a duelos al sol– una tentación muy creciente en los entornos de Sánchez, Iglesias, Rivera y Casado– conlleva un serio riesgo electoral, si las ambiciones burocráticas o los personalismos de los ombligos cuadrados acaban orientando el rumbo político de ambos partidos. No es una presunción teórica. Es una realidad práctica. Si la investidura del  próximo 23 de julio no va acompañada de un acuerdo entre PSOE y Podemos, hoy por hoy parece imposible, se iniciaría la cuenta atrás hacia nuevas elecciones generales.

Así los vetos de hoy serían ratificados o rectificados por los votos de mañana. Serían, entonces, los electores del PSOE y Podemos los que votarían por el gobierno de cooperación o o el gobierno de coalición. De este modo, concretarían su anterior voto contra las tres derechas optando por una u otra fórmula gubernamental que, por lo tanto, obligaría moralmente a socialistas y morados a respetar la voluntad de su común electorado al tiempo que denunciaría todas las consultas partidarias previas como armas de destrucción masivas del PSOE o Podemos.  A l mismo tiempo que permitiría a las tres derecha resolver también sus dudas sobre si liderar la oposición con Vox .Queda pues pendiente, bien a la vista está, la interrogante de cómo se ejecuta con mayor eficacia el mandato político que fue votado mayoritariamente por los españoles el 28 de abril. Con un gobierno de cooperación o con uno de coalición. Nadie mejor que la propia sociedad para resolver la polémica de Sánchez con Iglesias, si es que antes no la han resuelto con un acuerdo.

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