El desconcierto

La segunda y definitiva muerte de Franco

Ayer era bien palpable la satisfacción de la mayoría de la sociedad española por la exhumación de Franco. La alegría que no se pudo expresar públicamente aquel 20 de noviembre de 1975, fecha de la muerte del dictador, se expresó abiertamente este 24 de octubre de 2019 en que por fin el Tribunal Supremo ha concedido su nihil obstat a la ejecución del decreto-ley del Gobierno Sánchez, decidido en el verano de 2018. Casi año y medio de retraso, debido a los recursos judiciales de la familia y a la obstrucción de los nacionalcatólicos, que la Moncloa con ayuda del Vaticano ha logrado sortear. Así lo que ni siquiera intentó González, infructuosamente ensayó Zapatero, lo ha conseguido Sánchez.

Pese a que los restos de Francisco Franco no han terminado como los de Mussolini, colgados de unos garfios carniceros, como reses cabeza abajo, ni como los de Hitler, quemados tras su suicidio, el desaliento de amplios sectores de la derecha era también bastante evidente ayer. Ni siquiera el respeto con el que se ha tratado el cadáver, ni las garantías de un Estado de Derecho, que ha disfrutado la familia del dictador para intentar recurrir contra el decreto ley de exhumación, atempera la ira de Vox, la irritación sorda del Partido Popular y la  evidente incomodidad  que manifiesta Ciudadanos. La exhumación del dictador, equivalente a una segunda muerte, les causa mucho más daño que la primera.

Franco es tan héroe para la derecha, que continúa creyendo en la política-ficción de que salvó a España del comunismo, como asesino para la izquierda, que padeció un exterminio durante la guerra civil y fue perseguida a lo largo de una dictadura de 40 años. No es que hoy la derecha española no sea demócrata, es que no lo fue ayer y todavía continúa con un abanico de esquemas mentales autoritarios que le impiden admitir, aunque sea como una hipótesis, el carácter criminal, terrorista y corrupto de la dictadura franquista. Tan es así que, cuatro décadas después de la muerte de su héroe, aún no ha condenado el régimen franquista y, en consecuencia, estima que este cierre del Valle de los Caídos es todo un atentado a la propia memoria histórica de los golpistas del 18 de julio de 1936. A  la memoria de la derecha.

Que Franco haya entrado como caudillo en el Valle de los Caídos y haya salido expulsado por los poderes legislativo, ejecutivo y judicial del Estado, es todo un presagio de que no tardarán mucho en abrirse las fosas, las cunetas y los cementerios clandestinos en los que yacen decenas de miles de demócratas. Esos restos en miles de fosas dispersas por nuestra geografía, en palabras de Pedro Sánchez, esperan igualmente su exhumación para que sus familiares puedan proceder también a su inhumación en sus propios Mingorrubio. De la misma manera que la Moncloa ha cumplido su compromiso de sacar a Franco del Valle de los Caídos, puesto en duda por algunos diletantes que lamentablemente hoy coinciden con la derecha en cuestionar la exhumación, se verá obligada a facilitar los recursos necesarios para que España no siga siendo una mala copia de la Kampuchea de Pol Pot.

Malos augurios para Casado y Rivera con el aliento de Abascal en sus cogotes. Todas las encuestas señalan que bastante más de la mitad de los electores del Partido Popular y más de la mitad de los de Ciudadanos no están nada de acuerdo con la exhumación de Franco, aprobada, qué remedio, por Casado y Rivera en sendas votaciones en el Congreso de los Diputados. Que un partido como el PP, fundado por uno de los mejores ministros de Franco, Fraga Iribarne, mire para otro lado, irrita bastante a quienes le votan. Esa profunda contradicción era sostenible con el grupúsculo de Fuerza Nueva, no lo es con la tercera fuerza política que es ya Vox de Santiago Abascal. Parece claro que el ascenso del PP se ve ya frenado por el portavox de Franco.

Esta segunda muerte de Franco, que es la exhumación, podrá ser definitiva en las urnas del 10 de noviembre si la mayoría de los españoles vota por continuar, como señalan todos los sondeos, con un gobierno de todas las fuerzas progresistas presidido por Pedro Sánchez. Hasta que la derecha no se libre del lastre de Franco, bien visible en los acuerdos que mantiene con Vox en Andalucía y Madrid, no será posible ni viable mañana ninguna alternativa democrática conservadora. España, al contrario de Francia e Italia, donde frente a Le Pen y Salvini no existe proyecto alguno progresista, se encuentra justo en la situación opuesta. El PSOE es hoy lo que es, como fue ayer lo que fue, porque a toda la derecha se le ve el pelo de la dehesa de la desacreditada ganadería de Franco.

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