El desconcierto

El espejismo de la Gran Coalición

No podía faltar el espejismo de la Gran Coalición del PP con el PSOE a esta cita electoral del 10 de noviembre como nunca ha faltado en anteriores elecciones. Pese a que es una mera hipótesis interesada, emitida desde unas minorías de la derecha e izquierda, corre por los cenáculos político-mediáticos este fantasma que nunca ha tomado cuerpo a lo largo y ancho de las más de cuatro décadas transcurridas. No deja de ser curioso que se recurra a este espejismo para combatir a quien como Sánchez dimitió por no votar la coalición con Rajoy. Es, evidentemente, un cebo electoral destinado por sus emisores para que piquen los electores justo nada más iniciarse la recta final hacia las urnas.

Los teólogos de esta política ficción se sirven de Cataluña como argamasa de esa supuesta coalición del Partido Popular con el Partido Socialista. Si ello fuese cierto, nunca podría hacer un mejor regalo político Pedro Sánchez  a Quim Torra. La Concertación Nacional, como la denominan sus publicistas, sería la peor de todas las respuestas posibles a la agravación del conflicto catalán. Esa gran coalición de las dos Españas, representadas hoy por la izquierda socialista y la derecha conservadora, contra la Generalitat sería mucho más que un enorme balón de oxigeno para  toda la derecha catalana, soberanista y estatalista, al lograr el tan ansiado choque de trenes, entre Madrid y Barcelona, como la derrota del PSOE y Esquerra de Cataluña.

Ni Sánchez, ni Casado estarían dispuestos, por otra parte, a dejar todo el espacio de la oposición a Abascal e Iglesias, que serían los beneficiarios de este espejismo interesado. Efectivamente, si el PSOE pacta con  el PP regalaría la izquierda a Podemos o Más País; si el PP pacta con el PSOE regalaría toda la derecha a Vox. Ese es el objetivo de este doble enfoque que expresa un deseo mucho más que una realidad. Si Podemos insiste en que el PSOE es la derecha y Vox en que el Partido Popular no es la derecha, se busca que esta profecía sea una profecía autocumplida al mismo tiempo que se justificarían las acusaciones lanzadas desde la minoría de la derecha y de la izquierda contra Sánchez y Casado.

Ese concierto de la Gran Concertación Nacional es un concierto desafinado. Quienes lo tocan, lo hacen a beneficio de los sectores minoritarios de la derecha e izquierda que tratan de hacerse con la hegemonía de los bloques progresista y conservador de la sociedad española. Se trata de quitarle la batuta a los directores de las grandes orquestas, PP y PSOE, para dársela a los directores de las orquestinas. Desde este cálido verano ha reaparecido la tentación del sorpasso al calor del bloqueo de un gobierno progresista y del infarto político de Rivera. Unos por considerarse la vanguardia de no se sabe qué, otros por considerarse adelantados del nuevo movimiento nacional.

Pese a que acabó el bipartidismo, no ha acabado la dualidad de dos grandes partidos, PSOE y PP. Dualidad no prevista, que plantea no pocos problemas a los tres nuevos partidos. Asumir esta realidad o no asumirla es el problema. Ciudadanos se dirige ahora al infierno por negarla, Más País la ha asumido bien nada más nacer, Vox pugna por sustituirla y Podemos la niega tanto como la asume y la combate. Hace pocos meses la asumía, ahora oscilan entre las tres y habrá que esperar a después del 10 de noviembre para saber cual de las tres tendencias acaba por imponerse. Pero la realidad, que es testaruda, acaba por abrirse paso como bien lo demuestra la irresistible caída de Albert Rivera.

Esa lucha interna en los dos bloques no puede ser resuelta  solo por la férrea manu militari de los apparatchiks que viven de la política, ni tampoco con el exclusivo voto interno de los inscritos o militantes. Quienes se niegan a ser cola de león y aspiran a ser algo más que cabeza de ratón, necesitan el sí de las urnas. Ese es el real objetivo de los cebos electorales que como el de la Gran Coalición recogen los medios de comunicación. Por el momento, ni el PP ha dejado de ser de derecha, lo es tanto que casi es un eco de Vox, ni el PSOE ha dejado de ser socialdemócrata y si cabe lo es más que con Gonzalez. Quizás esa sea la razón básica por la que todavía hoy continúan al frente de ambos bloques sociales. Nada puede ser eterno, por supuesto, pero no parece que haya llegado la hora del cambio. No serán mayoría, desde luego, quienes en las urnas del 10 de noviembre piquen ese cebo de la Die große Koalition.

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