El desconcierto

Mesa catalana con vista a la derecha

Los militantes del PSOE acaban de votar casi por unanimidad el preacuerdo de Sánchez e Iglesias, probablemente los inscritos de Unidas Podemos también votarán en parecida proporción. Mientras que al mismo tiempo los militantes de Esquerra Republicana lo han hecho asimismo casi por unanimidad en contra de abstenerse en la investidura del hoy presidente en funciones si la Moncloa no acepta una mesa de diálogo político entre la Generalitat y el Gobierno. Pero ahora, desde el propio PSOE surgen algunas voces cualificadas para que Ferraz convoque una nueva consulta a los militantes en la que aprueben o rechacen cualquier hipotético nuevo acuerdo entre los socialistas y los republicanos. Es decir, antes de sentarse a la mesa, si es que se sientan PSOE y ERC, ya hay quien anima a pegarle una patada a la mesa.

El problema de esta mesa de diálogo, que fabrican a toda mecha los carpinteros socialistas y republicanos, es su constante vista a la derecha. Oriol Junqueras y Gabriel Rufián están tan pendientes de Quim Torra y Carles Puigdemont, como Pedro Sánchez y Miguel Iceta de Pablo Casado y Santiago Abascal. Con ese ¡ Vista a la derecha! impiden fabricarla a gusto político de los dos consumidores. ERC se siente tan vigilada por JxCat como el mismo PSOE por el PP, Voz y los escombros de Ciudadanos. Unos y otros buscan un acuerdo que facilite el camino de Sánchez a la Moncloa, pero de tanto mirar a la derecha, la catalana y la española, unos no observan más que las inminentes urnas catalanas vitales para los republicanos, y los otros la presión mediática y política del resto de las fuerzas constitucionalistas.

Es una mala tentación permanente, la miopía e incluso la ceguera del ojo izquierda, en la que han caído tanto la izquierda soberanista como la socialdemócrata desde 1975.  No hay que ir muy lejos. ERC alentando  en 2017 la vía unilateral de Carles Puigdemont, mientras Pedro Sánchez se adhería al 155 de Rajoy tras haberlo denunciado. En cuanto a la izquierda populista, con vice in pectore, ahora no dice esta boca es mía, después de aquel mes de septiembre de 2017 en que optó por un mutismo progresivo. En realidad, desde el PCE, dirigido por Carrillo, la izquierda española sigue sin abordar la cuestión nacional del Estado español. Por lo que Sánchez recibe sobre el tema catalán una enorme presión política por su derecha pero casi ninguna por su izquierda.

No le ocurre lo mismo a Junqueras, obligado a mirar a su derecha sin perder de vista a los radicales de la CUP por la izquierda. Con sus dirigentes presos, necesitan poder vender la abstención en la investidura a sus propios electores. A finales de noviembre están de hecho en la misma situación que a finales del pasado enero cuando votaron contra los Presupuestos y forzaron a Sánchez a convocar las elecciones del 28 de abril. Con el agravante de que han perdido en Madrid sus amigos o, al menos, los que decían serlo. Bajo distintas circunstancias, la abstención e incluso el voto favorable no encontraría muchos obstáculos. Saben que es una oportunidad, pero si no son ayudados por los que piden auxilio continuarán en el no.

Para complicarlo más, Madrid es un hervidero de intoxicaciones y rumorología interesada que busca tumbar el preacuerdo de Sánchez e Iglesias con el pretexto de ERC. Así el fantasma de Ciudadanos como recambio de los escaños de los republicanos no es más que una fantasía, pero la facilidad con la que los profesionales de la política cambian de criterio en función de sus intereses personales convierte en verosímil lo inverosímil. Así aquel gobierno non nato del PSOE con Ciudadanos, abortado por Pablo  Iglesias, podría resucitar hoy si las demandas de Junqueras se mantienen firmes. En el ambiente podrido que hoy es la política española, todo es posible y nada probable.

ERC puede contribuir a resolver una crisis de gobierno si se abstiene en la investidura de Pedro Sánchez, pero el PSOE no puede sin el concurso del PP resolver la crisis de Estado. Todo lo que se acuerde necesita el nihil obstat de los populares. Desde que en el verano de 2010 Zapatero no se atrevió a defender el Estatut, que había prometido defender en febrero de 2004, el histórico conflicto catalán se ha agudizado bastante. Pese a que los republicanos no ignoran que no puede ser lo mismo que hoy gobierne  Pedro Sánchez que la pareja Casado y Abascal, necesitan ahora algo más que este impecable argumento democrático para lograr defender la abstención ante el soberanismo catalán. Es difícil, pero no imposible siempre que los negociadores no olviden que  en la política española nada es gratis total.

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