El desconcierto

La salida europea del laberinto español de Sánchez

La Divina Providencia vuelve hoy a echarle una mano a Pedro Sánchez, que debe de haber nacido de pie, justo cuando más lo necesitaba.  La más que probable designación de la vicepresidenta primera Calviño, como próxima presidenta del Eurogrupo, va a ayudarle a encontrar una salida europea al complicado laberinto político en el que se encuentra desde enero y, sobre todo, después de los tres meses del estado de alarma provocados por la necesidad de combatir la pandemia del coronavirus. Si fuese así, cabe que la desescalada sanitaria vaya acompañada de una desescalada política. Porque de ese aparente laberinto sin salida, el presidente Sánchez puede salir de la mano de Nadia Calviño al frente del organismo que coordina los ministros de Hacienda de la Unión Europea.

El problema del presidente Sánchez no se encuentra en la oposición. La ofensiva de Casado, tan espectacular como torpe, ha terminado en un rotundo fracaso. Ha sido un mal cálculo pensar que la pandemia podía ser  utilizada como instrumento contra el Gobierno, del mismo modo que lo fue la tensa lucha contra ETA durante los gobiernos de González y Zapatero. Servirse de los muertos como arma es siempre una política indecente, pero en este caso, además, una manifiesta torpeza. Desde los tiempos en que Hernández Mancha hizo el ridículo, en una moción de censura contra González, no se había vuelto a  presenciar en los plenos del Congreso de los Diputados un Partido Popular tan desnortado.

 El aborto de la comisión parlamentaria del pacto de Reconstrución es ya inevitable. Ni con forceps cabe extraer el acuerdo de los partidos. Parece bastante obvio que tanto en el Gobierno como en la oposición hay quienes han estimado que el pacto beneficiaba tanto a una derecha en apuros como  a una izquierda ahogada. Los que no pensaban lo mismo, en ambos espacios políticos, nunca han tenido la fuerza necesaria para  poder imponer sus criterios. Así que, Sánchez se encuentra hoy como se habría encontrado Adolfo Suárez en la transición, si al unísono, Fraga y Carrillo, se hubiesen acusado de intenciones guerracivilistas o golpistas, inexistentes en aquella situación como en esta .

El PSOE cuenta hoy con la mayoría aritmética, pero no con la mayoría social, ni mucho menos con la política que requiere una grave crisis como la que vivimos y seguiremos viviendo por un largo período de tiempo. Tiene los votos de los escaños de la izquierda, pero no la mayoría social, que está dividida en dos grandes bloques sociológicos;  ni tampoco, la mayoría política que obtendría si fuese una realidad el Pacto de Reconstrucción que el pasado 23 de abril fue anunciado como una prioridad por el Gobierno y la oposición. La mayoría aritmética es, por supuesto, legítima y da perfecto derecho a gobernar . La cuestión está en saber si es la suficiente en períodos tan excepcionales como los generados por los potentes efectos catastróficos económicos y sociales de la pandemia.

Esa mayoría aritmética lo es mucho más si se limita a la izquierda que si se extiende al centro derecha con la incorporación de Ciudadanos. No es únicamente una decisión del Gobierno, en el que no hay unanimidad de criterios, sino también de los potenciales socios. Así Esquerra Republicana veta a Ciudadanos y el PNV no ve con buenos ojos, según declaraciones de Ortúzar, la suma de Bildu.  A las contradicciones territoriales hay que añadir las económicas en vísperas de la elaboración de unos Presupuestos Generales del Estado  que se verán muy condicionadas por las orientaciones de las diversas instituciones  de la Unión Europea. Luego, el problema de Sánchez no es una oposición errática, sino organizar su propia mayoría. Y la reunión de hoy en la Moncloa con Edmundo Bal, de Ciudadanos, evoca la que mantuvo con Rivera para intentar gobernar en 2016.

Ahí radica el oportuno salvavidas de Nadia Calviño. Desde la presidencia del Eurogrupo puede ayudar a Pedro Sánchez a encontrar la salida europea del laberinto español.  A partir de las condiciones que acompañen a las ayudas del Banco Central Europeo, de inexcusable cumplimiento, tanto el PNV como Ciudadanos, partidos europeístas, como los partidos de la izquierda, en los que no cabe ningún Varoufakis, porque han escarmentado en cabeza ajena griega, podrían ampliar social y políticamente su actual mayoría.  Bastante difícil será argumentar contra los criterios europeos con una tecnócrata española al frente del Eurogrupo.  Esa batalla, se emprenda desde la derecha o la izquierda, está ya perdida por mucha demagogia que hoy se le pueda echar. No es Alemania quien desde Bruselas va a coordinar la ayuda a España sino la propia España.

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