El desconcierto

Los huérfanos madrileños de Arrimadas

Nadie piensa, y menos que nadie Inés Arrimadas, que los más de 625.000 votos que obtuvo Ciudadanos en 2019, últimas elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid, vayan mañana a votar a Edmundo Bal pese a la buena imagen de este político. De hecho, los dos grandes partidos, PP y PSOE, se reparten ya la túnica sagrada de sus 26 escaños que, sumados a los propios, pueden ayudar, tanto a Isabel Ayuso como a Angel Gabilondo, a alcanzar sus respectivos objetivos en las urnas madrileñas. Aunque la Puerta del Sol se adjudique ya, nada más y nada menos, que la mitad de esos electores, habrá que esperar a la noche del 4 de mayo para saber si el electorado de centro, que es el que viene decidiendo las eleciones desde 1977, se ha volcado hacia el Partido Popular.

Ciudadanos, previsiblemente, se hundirá en Madrid, tal y como lo ha hecho en el resto de España. No hay quien lo reflote, puesto que lo hundió quien lo creó. Pero de la orfandad de sus seguidores no se desprende que vayan a imitar a sus líderes, que buscan situarse al sol de Ayuso que es el que más calienta en la Puerta del Sol. Ocurre en 2021 lo que ya sucedió en 1982, cuando se pasaron a Felipe González, o en el 2000, cuando  José María Aznar los capitalizó. Pueden ir hacia Gabilondo o hacia Ayuso, pero adonde vayan seguro que contribuirán a su victoria. ¿Se llevará los huérfanos de Arrimadas el candidato del PSOE, o lo los conquistará la lideresa del PP ?  De este concreto voto de centro, depende tanto las perspectivas del Partido Socialista como las del Partido Popular.

La específica normativa electoral madrileña, un estricto sistema electoral proporcional, al impedir que se penalice a los pequeños partidos y se premie a los grandes, como sucede en las restantes comunidades , favorece esta incógnita puesto que da carta libre a la amplia pluralidad de corrientes políticas en la izquierda y en la derecha. Contexto que frena las proclamas polarizadoras y los enfrentamientos de los bloques sociales. No es casual en este cuadro que hoy sean tres  las ofertas electorales tanto en uno como en otro espacio social. Cuando Isabel Ayuso busca una mayoría amplia y Gabilondo acentúa su perfil dialogante evidencian ambos su preocupación por no rebasar ciertos límites que les haría perder el voto de centro.

Sean cuales sean los resultados del 4 de mayo, el Partido Popular sabe que cuenta con el apoyo de Vox tanto como el PSOE tiene los de Más País y Unidas Podemos. Luego, la única duda posible, por mucho que sostengan los sondeos, reside en ese más de medio millón de votos de centro. Justamente, porque el próximo desarrollo de la campaña electoral puede influir, sobre todo, en el voto final que puedan adoptar los muchos huérfanos de Inés Arrimadas. La más que previsible mayoría de Ayuso puede ser una victoria amarga para el Partido Popular o una dulce derrota para el PSOE. Porque no está en juego quien va a ganar sino por cuanto finalmente ganará. El orden de los factores altera el producto.

Precisamente por ello, dos trampantojos van a protagonizar la campaña electoral. El peligro comunista o la amenaza fascista que se desprendería de la victoria de Gabilondo o de Ayuso como si la involución fuera el fascismo o la socialdemocracia el comunismo. Se trata de asustar a ese voto de centro para que acaba inclinándose hacia el PP o el PSOE como medio de superarlos. La fingida y denunciada radicalización socialcomunista cumple esa misión electoral como también, simultáneamente,  la no menos fingida y denunciada radicalización del fascismo cumple la contraria. Trampantojos que no van a variar la intención de los electores de Más Madrid, Vox o Unidas Podemos, lo compartan o no, sino que pueden cambiar el  de los huérfanos de Arrimadas. Porque el centro como partido es una entelequia, pero no así los centristas.

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