El desconcierto

El talón de Aquiles de Ayuso

La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata por el Partido Popular a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, en el balcón de la sede del partido en la calle Génova.- EFE
La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata por el Partido Popular a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, en el balcón de la sede del partido en la calle Génova.- EFE

Casi todas las encuestas han clavado las grandes tendencias del electorado madrileño. Amplia mayoría de Isabel Ayuso, espectacular derrota de  Angel Gabilondo, el sorpasso de Mónica García, el estancamiento de Monasterio, la caida de Edmundo Bal y la dimisión de Pablo Iglesias pese a proclamar que Madrid bien valía una vicepresidencia para salvar los muebles de Podemos.  Una larga precampaña y una intensa campaña no han podido alterar los resultados de la mayoría de los sondeos. Los números son testarudos. Indican un reforzamiento del gobierno de la derecha a la vez que un importante relevo en la oposición, donde Más Madrid  empieza a beneficiarse del declive del PSOE. Probablemente, porque la campaña ha sido todo un modelo de lo que no debe ser una campaña.

El talón de Aquiles de Isabel Ayuso, la gestión de la pandemia, ha salido prácticamente indemne en estas elecciones.  A pesar de que ha sido bastante evidente la controvertida actuación de la  presidenta madrileña, desde marzo de 2020 a abril de 2021, en que aprovechó el error redondo de Moncloa -presentar una moción de censura en Murcia-, para convocar estas elecciones anticipadas en la capital del Estado. No se entiende la razón por la que la oposición en lugar de centrarse en la  clara estrategia del muerto al hoyo y el vivo al bollo, que ha orientado la lucha desde la Puerta del Sol contra el coronavirus, se ha limitado únicamente a tocarla de refilón. Ese talón intocable de Isabel Ayuso, primar la economía sobre la salud, explica la victoria del PP en las urnas de hoy.

Ciertamente, difícil abordarlo, ya que en quince días de campaña sólo se han contado tres horas de debates electorales. Unas dos horas en Telemadrid y una hora en la Ser. Nada ha podido ser más beneficioso para Isabel Ayuso. No en vano, tras salir malparada del primer debate, optó por no acudir al segundo. Desde ese instante, todo un punto de inflexión, la cuenta atrás hacia el 4 de mayo era coser y cantar para la presidenta de Madrid. Si la oposición no debatió durante los dos últimos años en la Asamblea de Madrid, con la única excepción de Mónica García, la posterior renuncia a  todos los debates políticos electorales televisivos impedía que la sociedad madrileña pudiera conocer la argumentación sobre la que se sostiene priorizar la salud sobre la economía. El error de los errores de la oposición fue abandonar los debates con el pretexto de Vox.

Situada la campaña donde la quería ubicar Ayuso, la economía, menos aún se entiende el mutismo fiscal que ha acompañado el silencio sobre la gestión de la pandemia desde la Puerta del Sol. Si la bajada de impuestos, preconizada por Isabel Ayuso, era contundente, en cambio la fiscalidad, propuesta por la oposición, aparecía velada.  Más aún, el anuncio del Gobierno de Pedro Sánchez de eliminar la tributación conjunta en el IRPF, que golpea bastante a su propio electorado al subirle los impuestos a las rentas más bajas, equivale a todo un harakiri del gobierno de coalición. Otra equivocación más de la política de comunicación de la Moncloa que desde el resbalón murciano no acierta una.

A falta de denunciar los problemas concretos que agobian la cotidianidad de los madrileños, se han lanzado conceptos abstractos ajenos a la vida de los electores. Una constante retórica vacía, que banaliza tanto el fascismo como el comunismo, fuera de la realidad de hoy, y que no ayuda al análisis concreto de la situación concreta de Madrid. Un terreno cómodo para Isabel Ayuso con las encuestas a su favor, su electorado movilizado y con la fatiga pandémica en la cola del avión de la Puerta del Sol. Justo lo contrario de una oposición obligada en quince días a abordar lo que no había hecho en los últimos dos años. Tanta tarea llevó por unos cuantos días al presidente Pedro Sánchez a caer en la mala tentación de entrar al trapo rojo que le tendía la presidenta de la Comunidad madrileña.

Puede que Isabel Ayuso tenga un cierto aire de actriz de cine mudo, tal como escribía en El País Iñigo Domínguez, pero a quien le ha faltado el sonoro en esta campaña ha sido a la oposición. No toda, para ser justos, con la misma ausencia de decibelios. Ni Mónica García, ni Pablo Iglesias con estilos, talantes e ideas diferentes, han sido tan erráticos como Gabilondo, una actitud impropia de un candidato a presidir la Comunidad de Madrid. El error que compartieron los tres, tratar de presentar una moción de censura contra Isabel Ayuso fuera de tiempo, cuando las urnas del 4 de mayo habían sido ya convocadas, lo han vuelto a reeditar. Han abordado esta campaña electoral con el pie cambiado. No la esperaban ni aquí, ni ahora. De ahí el acierto de Ayuso en convocarlas.

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