El desconcierto

Casado en el camino de Santiago

Casado en el camino de Santiago
Pablo Casado, durante su intervención en València en el cierre de la convención nacional del PP. EFE/ Manuel Bruque

De aquella España que ayer se rompía hemos pasado a esta España de hoy que al parecer se hunde. En este último fin de semana, Pablo Casado ha cambiado de melodía apocalíptica y manipula la deuda española, cercana a la francesa e inferior a la italiana, para enterrar a Sánchez. Cambio obligado porque en Cataluña ya no cabe echar aún más leña al fuego para quemar a los inquilinos de la Moncloa. La política de la mesa del diálogo ha logrado llevar a una vía muerta el choque de trenes con el que la derecha pretendía descarrilar al Partido Socialista. Por lo tanto, toca ahora desnucarlo con el  constante volteo de campanas anunciando los cuatro jinetes del apocalipsis económico guiados por el palafranero dirigente del PP.

Este discurso agorero parte de la premisa del supuesto desplome de España, al igual que entonces la premisa inamovible fue la ruptura; lo que no queda claro es si se rompe porque se hunde o si hunde porque se rompe. Lo cierto es que la supuesta ruptura no ha logrado evitar que Pedro Sánchez llegue a 2021, ni que el ansiado hundimiento económico vaya a impedir unos dos años más de gobierno progresista. La presentación de los Presupuestos marca un punto de inflexión política para propios y ajenos. La intensa y permanente campaña electoral de  Pablo Casado, desde que el PP no eligiera un sustituto a la altura del censurado Mariano Rajoy, no ha desembocado en unas elecciones generales anticipadas sino que, por el contrario, ha contribuido a la consolidación de la actual mayoría parlamentaria que sostiene a Sánchez.

En su desesperación, Casado busca la profecía autocumplida. Jeremías, ayer en Berlín, atacando las cuentas de la Moncloa, Jeremías hoy en Madrid profetizando urbi et orbe el total desplome económico del gobierno.  Salvo el presidente de Iberdrola, Sánchez Galán, acompañado del tragapanes Antonio Carmona, no hay nadie que se haga eco de esta visión peculiar del líder, es un decir, del Partido Popular. Sintomático porque la fractura de la buena relación empresarial con el gobierno progresista, tras las escandalosas facturas de las eléctricas, hubiera permitido algún significativo aliento al que todavía aparece al frente del Partido Popular. No ha sido así, ni lo será. Porque con las cosas del comer no se juega.

No es casual que este silencio sobre las palabras de Casado coincidan con la propuesta de Vox, formulada por Abascal, de sugerir el Polexit para España, defendiendo hoy la primacía del derecho polaco sobre el europeo. O sea, de renunciar a la suma de 140.000 millones de euros, que los españoles estamos ya empezando a recibir, sin que el Partido Popular, hasta el momento, se haya desmarcado de semejante insensatez. Esa es la gran debilidad política de Casado. ¿Cree en serio que la extradicción de Carles Puigdemont vale dicha suma? No es de extrañar que los empresarios, por muy disgustados que estén con el PSOE, se lleven las manos a la cabeza con este PP a remolque de Vox.

Porque antes de que España se rompa y se hunda, es muchísimo más probable que lo que se rompa sea el Partido Popular y que Casado sea, a su vez, el barco hundido. Parece harto difícil pensar que Vox siga dirigiendo a toda la derecha española por persona interpuesta sin que los sectores de centro derecha del partido conservador reaccionen. De hecho, la histeria sobre la ruptura y caída de España evidencia el subconsciente profundo del propio Casado a punto de caer ante la impetuosidad de Vox que más le castiga cuanto más le secunda. Es asimismo harto difícil emprender hoy un camino de Santiago, (Abascal ), más inútil, ignominioso y oportunista. Esta ausencia de reflexión política racional puede conducirle, salvo que mañana le despidan de Génova, a la reducción autodestructiva de las aspiraciones del PP.  Y es que como bien se dice en Italia,  manca di spessore.

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