El desconcierto

Un pulso laboral más italiano que lusitano

Un pulso laboral más italiano que lusitano
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (d), conversa con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y con la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, durante la sesión de control al Gobierno, este miércoles, en el Congreso de los Diputados.- EFE/Emilio Naranjo

España es hoy mucho más italiana que lusitana. Mientras que en Lisboa se abrirá mañana miércoles una crisis de gobierno tras la votación contra los Presupuestos del comunista Jerónimo de Sousa, en Madrid la reunión sobre la reforma laboral de Rajoy se desarrolla bajo  esa sfumatura habitual  en Roma. Como ha dicho el comisario de la Unión Europea, Paolo Gentiloni, "siendo italiano, estoy acostumbrado a debates políticos intensos". No se puede definir mejor y con menos palabras el  pulso que se desarrolla sobre la reforma del mercado de trabajo entre las dos vicepresidentas del presidente Sánchez. Ni es la primera polémica interna, desde luego, ni será la última.

Tanto monta, monta tanto, Nadia Calviño como Yolanda Díaz, y ambas son dos de las tres ministras, junto con la señora Robles, mejor valoradas por la opinión pública. La vice primera en Economía y la vice segunda en Trabajo son las dos muletas sobre las que marcha el presidente del Gobierno, que necesita a las dos en la Moncloa porque representan las dos sensibilidades de un gobierno progresista. Precisamente por ello, cara a la Unión Europea como a las centrales sindicales, son siempre interlocutoras respetadas, escuchadas e influyentes. Sus discusiones nunca giran en torno a su protagonismo, sino a propuestas solventes dada su experiencia tecnocrática y sindicalista.

El meollo del debate laboral, por lo que parece traslucirse, gira en torno a la europeización del mercado laboral según los compromisos adquiridos en Bruselas, informaba ayer el Financial Times. Por todo lo visto y oído, dado lo declarado por las dos vicepresidentas, les separan dos concepciones diferentes sobre la manera de europeizar las relaciones laborales en España. Ninguna discute desmontar la infumable reforma laboral de Rajoy, que tanto daño social ha causado, pero sí sostienen importantes diferencias sobre el cómo y cuándo reformista. El pasado burocrático de Calviño y el sindicalista de Díaz condiciona probablemente, como no podía ser de otra forma, estas dos visiones.

No por casualidad, Pablo Casado anuncia su intención de acudir a la Unión Europea para intentar mantener la ley Rajoy. Tras él se percibe la sombra alargada de la CEOE como gran beneficiada de la legislación laboral impuesta por el registrador de la propiedad que gobernó antes que Sánchez. Nadie se llama a engaño sobre el objetivo real de este anuncio nada europeo y sí, por el contrario, bastante carpetovetónico: la injusta prevalencia de los convenios de empresa sobre los convenios de sector. Dicho de otro modo, reducir aún más, a su mínima expresión, el deteriorado poder social de los sindicatos. O más claro, mantener la correlación de fuerza social en beneficio de los empresarios.

La derecha desearía que estas diferencias entre las dos vicepresidentas fueran insalvables, no sólo por la ley Rajoy sino porque, además, impediría que Pedro Sánchez continuara en Moncloa a la vez que Yolanda Díaz no podría cumplir dos años más como ministra de Trabajo que necesita para  concretar su plataforma electoral. Casado no se esperaba este regalo del gobierno, y hace cábalas de que Bruselas ahogue a Sánchez al que no sabe cómo hundir. Todo lo contrario. Será Europa quien ayude al presidente de Gobierno a encontrar hoy la síntesis europeísta entre la tesis de Calviño y la síntesis de Díaz. Algo intuía, o quizás sabe, Paolo Gentiloni cuando ayer mencionaba los debates italianos.

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