El desconcierto

Paz social, crispación política

Paz social, crispación política
El presidente del PP, Pablo Casado, interviene después de una reunión con asociaciones en defensa del bilingüismo español y catalán, en el Hotel Gran Marina, a 14 de diciembre de 2021, en Barcelona, Catalunya, (España).- David Zorrakino / Europa Press

Nada define mejor hoy a España que la dicotomía en la que malvive la derecha española. Nada más opuesta a la paz social de la CEOE que la crispación política del PP. Como Penélope, desteje socialmente de día el pacto que teje de noche. La incertidumbre de su amplio electorado es bastante patente. Si la CEOE pacta con la UGT y CCOO, el apocalipsis de Pablo Casado es impostado; si el PP no dialoga ahora con la Moncloa, las buenas intenciones de Garamendi son infundadas. Ni lo uno, ni lo otro. Hay tantas razones económicas para el acuerdo de los empresarios con Pedro Sánchez como políticas para que el Partido Popular crispe hoy más que ayer y menos que mañana. No es lo mismo el beneficio seguro de la recuperación económica para la CEOE que el  beneficio hipotético de entrar en la Moncloa para el PP.

Una tercera derecha explica esta contradicción. Una derecha que sustituye a la clase social por el pueblo, al partido por el movimiento, al líder por un caudillo, a una alternativa por la salvación de la Patria, a la Constitución de 1978 por el Régimen de la transición, y a la Unión Europea por la Europa de las naciones. Ese populismo que acecha a la democracia -nacido, crecido y desarrollado en la cuna del propio PP- es el que lleva a Casado a moverse en el órbita de Vox con la vana esperanza de recuperar la extraordinaria fuga de sus propio electores hacia Abascal. Lógico, porque quien apuesta por el discurso nacionalpopulista nunca puede aspirar a cobrar los derechos de autor .

Desde ese ángulo, romper la paz social suscrita por la CEOE con CCOO y UGT es vital. Tarea urgente de cara a la votación parlamentaria sobre la reforma laboral a celebrar el próximo febrero. Matarían, pues, tres pájaros de un tiro desestabilizando a Sánchez y Garamendi, a la vez que privando a los sindicatos del poder de negociación que han recuperado con el pacto entre los agentes sociales. Si como consecuencia de ello, se traslada a la calle la  tensa crispación parlamentaria, miel sobre hojuelas. Ahí está ya siendo bastante aireado el artículo 149 de la Constitución, que atribuye al Estado la competencia exclusiva en legislación laboral, para alcanzar pronto la crispación de la crispación como atajo de Casado hacia la Moncloa.

Quien como la CEOE está interesada en la recuperación económica y en los 140.000 millones de euros de los fondos europeos busca exactamente los objetivos contrarios de los que persigue el Partido Popular. Dialogar en aras de la estabilidad es hoy fundamental para un empresariado que encuentra en la Moncloa dos buenas ministras como Nadia Calviño y Yolanda Díaz. Al igual que el PP desea extrapolar la crispación a la paz social, Garamendi ansía extrapolar la transversalidad social al espacio político en línea con el acuerdo municipal en Madrid, donde el alcalde Almeida ha pactado los presupuestos con un sector de la izquierda para no pactar con Vox.

Que nadie se llama a engaño. La CEOE nunca puede dar su visto bueno a una alianza del Partido Popular con  un partido claramente antisistema como Vox estrechamente  ligado, además, a europeístas sui generis como Viktor Orbán, ni tampoco va a admitir la sustitución de Inés Arrimadas por Abascal para formar futuros gobiernos. España ya pagó un enorme precio, el retraso de su incorporación a la entonces Comunidad Europea, por aquella dictadura de Franco para volver correr este  riesgo. Ese es el problema de fondo que subyace en el  profundo divorcio de la derecha política, tentada por un partido apestado en Bruselas, y la derecha económica, que rechaza las compañías populistas  de Casado.

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