El desconcierto

El insomnio crónico de Sánchez

El insomnio crónico de Sánchez
Imagen de archivo. Pedro Sánchez y Oriol Junqueras intercambian unas palabras en la sesión constitutiva de la Cámara Baja.- Eduardo Parra / Europa Press

Se equivocó Sánchez cuando manifestaba que la incorporación de Podemos al Gobierno que preside iba a quitarle el sueño. Tal vez con un Pablo Iglesias dejara ayer de dormir algún día, pero con Yolanda Díaz duerme hoy a pierna suelta. Tres años después de que expresara su temor a perder el sueño, lo que parece claro, sobre todo en estas últimas fechas, es que padece un insomnio crónico, motivado por las exigencias de Oriol Junqueras. Tan desazonado se encuentra que en su última interpelación parlamentaria llegó hasta perder la serenidad que le caracteriza, respondiendo airado, al estilo de Casado, a las preguntas sobre el espionaje a líderes catalanes, autorizado por el magistrado Pablo Lucas Murillo.

Pese a que acababan de cortarle la cabeza a la directora del CNI, Paz Esteban, los dirigentes de ERC votaron en contra de la Ley de Seguridad Nacional que solo pudo ser aprobada con los votos del Partido Popular. Ya  ocurrió con la reforma laboral y  el posterior plan socioeconómico sobre las consecuencias de la guerra; aunque todavía no se conocía aún la decapitación política de la funcionaria en cuestión. Quizás la única motivación aducida para el cese, el espionaje a la Moncloa, evitaba entrar en las razones de ese espionaje a la Generalitat que es lo que buscaba ERC. ¿Qué ocurrirá ahora con los nuevos proyectos legislativos que hacen referencia a la ley mordaza o vivienda? Sin duda, debe ser la pregunta que obsesiona a Sánchez.

Oriol Junqueras no parece satisfecho con la caza menor, la cabeza de Paz Esteban, cuando tiene a mano la caza mayor, la cabeza de Margarita Robles. El parlamento catalán acaba de pedirla tras ver caer al cesto la de la titular del CNI. En su empeño cuenta con la colaboración explícita de Podemos, aunque no de Yolanda Díaz, y la implícita de algunos inquilinos de la Moncloa, aunque no de Pedro Sánchez. Como le ocurriera cuando el GAL, la ministra de Defensa cuenta con tantos enemigos en la derecha, por no defender a Paz Esteban, como en la izquierda, por no asumir el encaje de bolillos, mejor dicho de Bolaños, y no afrontar el espionaje del CNI. Su más que abrupta caída en las encuestas de valoración de ministros lo evidencia rotundamente.

El calendario de los próximos treinta días va a aumentar el insomnio crónico de Sánchez.  Tiene dos citas muy complicadas de encajar, la reunión con Pere Aragonès, y la comparecencia parlamentaria del próximo día 26. En ambas, aún no se sabe el orden, el guion es el mismo, informar sobre las actividades del CNI en relación con las estructuras paralelas ilegales del independentismo catalán y el papel del entonces vicepresidente Pere Aragonès en ellas. Una y otra, además, se van a celebrar en las vísperas de la campaña electoral de las urnas andaluzas. El problema es arduo para Sánchez: ¿cómo encontrar un denominador común que satisfaga a la vez a Aragonès, a la mayoría de los diputados y a los electores andaluces que votarán el 19 de junio?

Que no cunda el pánico. Hay gobierno de Sánchez hasta 2023. Un beato coherente como lo es Oriol Junqueras imita a Dios cuando aprieta pero no ahoga. Traducido al castellano, quiere decir que la minoría nacionalista sabe que no va a encontrar otro gobierno mejor que el que preside Sánchez y que, por lo tanto, sabrá presionar sin apretar mucho a la Moncloa. Nadie va a ahorrar el consecuente vía crucis a los socialistas, pero tampoco nadie va a crucificarlos en lo que resta de legislatura. Oriol Junqueras no tiene ninguna duda. Prefiere la inestabilidad del gobierno del PSOE a la estabilidad  de un gobierno del PP  y sabe no ir más allá de un punto sin retorno.

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