El desconcierto

Presente de Andalucía, ¿futuro de España?

Presente de Andalucía, ¿futuro de España?
El presidente de la Junta de Andalucía y candidato del PP de Andalucía a la reelección, Juanma Moreno;.- EUROPA PRESS

Era inevitable. Los resultados de las urnas andaluzas son leídos por los vencedores como un anticipo de los que pueden darse en toda España, y por los perdedores, únicamente en clave de Andalucía. Existen argumentos para una y otra postura, pero es evidente que los resultados van más allá de unas elecciones autonómicas y son menos que unas generales. Andalucía es España, pero España no es solamente Andalucía. Esta comunidad, la más poblada y sociológicamente más inclinada hacia el centro izquierda, se ha reorientado hacia el centro derecha, zanjando así el mal recuerdo de las casi cuatro décadas presididas por Manuel Chaves y José Antonio Griñán, ayer inexplicablemente reivindicados por el candidato socialista y por Zapatero. Nada podía dañar más a Juan Espadas.

El Partido Popular suma y sigue con una segunda mayoría absoluta. De Galicia a Andalucía, pasando por Madrid y Castilla y León, y quizás se sume pronto Valencia si Ximo Puig no consigue la dimisión de Mónica Oltra o la cesa como vicepresidenta. El avance del PP, después de frenar a Vox, podría ser imparable si la Moncloa no  extrajera las conclusiones políticas que se desprenden de los números andaluces. Pero estos mismos guarismos indican que en el peor momento electoral posible, inflación más guerra, el Partido Socialista parece que ha tocado suelo y se mantiene a la baja como una de las dos grandes fuerzas en Andalucía. Siglo y medio en la historia de España, sobre todo en Andalucía, siguen contando pese a los errores de esta legislatura.

La derrota socialista aparece sobredimensionada por la implosión de Unidas Podemos en siete partidos, divididos, además, en dos similares coaliciones electorales. Como apuntó un buen amigo, un día de 2014, en la presentación de Podemos, en el Teatro del Barrio de Madrid, la iniciativa morada corría el riesgo, como así ha sido, de multiplicar la división de Izquierda Unida, que entonces acogía a todo este electorado progresista, dispersado ahora en una diáspora de egosiglas a cada cual más izquierdista que las seis restantes. Aquellos 17 escaños han quedado apenas reducido a siete. Por si fuera poco este disparate morado una de las candidatas, la bendecida urbi et orbe desde la Moncloa, era bastante desconocida más allá de su muy reducido núcleo político. Las leyes electorales castigan siempre el amateurismo político. La penitencia de sus resultados es la respuesta a su pecado original.

No cabe, sin embargo, extrapolar estos resultados sobre la Moncloa. Quienes lo hacen olvidan que todavía queda año y medio de legislatura y que, como decía el madridista Juanito sobre los noventa minutos en el Bernabeu, son "molti longui". Todo depende, claro está, de como el PSOE sepa encarar esta recta final del partido, que juega ahora con un PP muy reforzado por una nueva dirección, empezando por la urgente remodelación de su equipo ministerial que en doce meses parece haber envejecido una docena de años. Habituados a jugar con un primera regional, el PP de Casado, no acaban de cogerle la medida a la primera división en la que  ya se ha convertido el PP de Feijóo. Aunque no lo tiene nada fácil porque sus socios nacionalistas, salvo PNV y Bildu, son muy cortos de mira y no ven más allá del Ebro.

La cuestión fundamental, no obstante, sigue siendo la inflación alimentada por la guerra. La suerte de Sánchez va muy unida a las decisiones del Banco Central Europeo y a la previsible duración de la guerra que hoy las grandes potencias mantienen sobre territorio ucraniano. Dos serias incógnitas que los economistas no pueden todavía responder ya que ignoran las respuestas de los estrategos militares, dado que la crisis económica va tan estrechamente ligada a la guerra como la misma guerra a los grandes intereses geopolíticos ahora en juego. Salvo posibles sorpresas francoalemanas habrá que esperar a las urnas estadounidenses, otoño de 2024, para saber si la paz empieza nunca. Pero Pedro Sánchez no puede ir más allá de 2023 sin superar  las próximas legislativas.

Más Noticias