El desconcierto

¿Conseguirá Sánchez la remontada que no logró González?

¿Conseguirá Sánchez la remontada que no logró González?
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), acompañado por la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, preside la reunión de la Ejecutiva Federal del PSOE en la sede socialista en Madrid, este lunes. EFE/ J.J. Guillén

Desde hacía un cuarto de siglo el PSOE no intentaba una difícil remontada electoral como la que ahora protagoniza Sánchez. Hay que retrotraerse al invierno de 1996 para encontrar un precedente semejante al que hoy vive el PSOE. Desahuciado por los sondeos, envuelto por los escándalos, cercado por su peor pasado, González casi logró remontar la derrota anunciada por todas las encuestas hasta el punto de perder las elecciones solo por unos trescientos mil votos que le separaban de Aznar. Una semana más de campaña electoral, afirmó el líder socialista, le abría dado el triunfo en las urnas.  Es justo lo que también intenta  hoy  el presidente del Gobierno en un escenario igualmente crítico pero diferente.

Entonces como ahora el Partido Socialista trata de reagrupar el máximo de voto posible de la izquierda social para hacer frente al embate electoral de la derecha liderado por Feijóo. La apelación al voto útil, concentrado ahora en la socialdemocracia, es asimismo el eje de la actual operación; aunque, hay que precisarlo, en esta ocasión muchísimo más que en aquella. Porque si Felipe González llamaba  a la movilización del centro izquierda, Sánchez pone especial acento en el sustantivo izquierda esperando, sin duda, que este electorado lo salve como le salvó en las primarias del PSOE posteriores a su defenestración. Desde el presidente Juan Negrín no se escuchaba en la presidencia del gobierno un discurso como el de Sánchez.

Sea cual sea su contenido, reaparecen todas las críticas de izquierda a los planteamientos de Núñez Feijóo.  Consejo General del Poder Judicial, política energética, política fiscal, enseñanza del idioma castellano en los colegios de la comunidad catalana, salarios e impuestos. Dicho de otro modo en palabras del propio Sánchez. La dicotomia electoral consiste en elegir entre la gente y los poderosos como si la inflación no desdibujase, por lo menos, este dilema social. En un contexto no inflacionista el programa de Sánchez no tropezaría con las anteojeras de un imparable proceso que impide ver o escuchar todo lo que no sea una larga e interminable escalada de precios.

El problema de Sánchez, como lo sería igualmente de Feijóo si consiguiera desalojarle de la Moncloa, es la guerra que alimenta la inflación. Ahí el PSOE y el PP, como el resto de todos los grupos parlamentarios, no pueden entrar en cumplimiento de las obligaciones derivadas de nuestra pertenencia en la Otan votada, además, en un referéndum popular. Sánchez vive hoy el mismo drama que Juan Negrín solo que al revés. Su presidencia acaba antes de que termine la guerra que las grandes potencias libran en suelo ukraniano al igual que también las grandes potencias impidieron, a través de aquel comité de no intervención, a Negrín que la guerra española enlazara con la II Guerra Mundial.

Pero ese factor internacional , que no existía en el intento de remontada de González, no es determinante si la voluntad popular decide atender a la llamada de socorro de Sánchez. Lo complica, pero no lo impide.Luego lo  hace difícil, pero no lo imposibilita si logra movilizar hoy en torno al PSOE a  toda la izquierda sociológica. Pese a que Sánchez se enfrenta a Feijóo con las manos atadas por las esposas de la inflación conserva recursos y resortes para salir airoso de las urnas municipales y autonómicas del 28 de mayo aunque Feijóo cuente con la enorme ventaja de limitarse tan sólo a esperar como la inflación mata un gobierno más. La respuesta está en las manos de esa izquierda a la que Sánchez apela.

 

 

 

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