El desconcierto

La partitura del quinteto de Valencia

La partitura del quinteto de Valencia
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (2º dcha), la vicepresidenta del Gobierno valenciano, Mónica Oltra (c) , la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (i) ,la líder de Más Madrid, Mónica García (2º izq) , y la portavoz del MDyC en Ceuta, Fátima Hamed dcha) durante el acto que han protagonizado en el Teatro Olympia de Valencia.- EFE/Ana Escobar

Basta ver lo ocurrido en Madrid, donde los ombligos cuadrados regalaron a la derecha la alcaldía de Madrid, para constatar la importancia de la cita política en Valencia de las cinco principales dirigentes progresistas a la izquierda del PSOE. Cuando la involución política busca reeditar en el resto de España aquella demolición de la alcaldesa madrileña Manuela Carmena hoy en la figura del presidente Sánchez, la izquierda minoritaria –Yolanda Díaz, Ada Colau, Monica Oltra, Mónica García y Fátima Hamed Hussein– señala que es hora de dejarse cultivar el propio ombligo para centrarse en la defensa de la Constitución de 1978 junto a la izquierda mayoritaria del PSOE.

Ni persiguen sustituir a  Pedro Sánchez -todo lo contrario-, ni competir en fulanismo, como denominaba Unamuno a ese mal endémico de la política española, o multiplicar el vicio de la partitocracia con más siglas. Saben que el PSOE ya no puede ser casa común, si alguna vez lo fue, ni tampoco causa común, dada la herencia recibida de sus mayores; pero saben igualmente que hoy la tarea política de todas las izquierdas es defender el mal llamado Régimen del 78 que la alianza involucionista del PP con Vox intenta retrotraer al bienio negro 1975/1977 en el que, barridos los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional, todavía no había nacido el texto constitucional.

La quinta mujer, por orden de llegada que no de importancia, resume bien el principal objetivo político de las cinco reunidas en Valencia, Fátima Hamed Hussein. Efectivamente, diputada de la Asamblea de la ciudad de Ceuta, fue quien propuso y consiguió que el parlamento ceutí declarase persona non grata al  propio Santiago Abascal. Incluso con la abstención del Partido Popular que no se atrevió ni siquiera a reeditar en Ceuta el voto racista de Albiol en Badalona gestionado por publicistas mercenarios. Esta ciudadana española es un ejemplo a seguir en Madrid y Sevilla donde no pocos electores del Partido Popular se encuentran incómodos en compañía de Vox.

Nada tiene de extraño que Pablo Casado las descalifique como brujas. Mal acostumbrados a debate estériles, sobre cuestiones marginales de minúsculos sectores grupusculares, no se esperaban aquí y ahora que el eje de la política de izquierda española volviese a girar en torno a las históricas reivindicaciones sociopolíticas de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Que el folklore, la retórica o el léxico posmoderno retroceda mientras avanza el lenguaje llano y directo del quinteto reunido en Valencia descoloca bastante a Casado, que no sabe todavía a que carta atenerse. Esta no es mi izquierda, dicen los del coro del rey que rabió, que me la han cambiado. Mi sillón, clama en Génova, por una pinza.

Pero la orquesta de Valencia aún no ha triunfado. Manuela Carmena cometió el error de creérselo pese a que eran numerosos los indicios que señalaban su próxima caída. Los ombligos cuadrados no dejaron ni una sola de sus raspas. Tanto que hoy el PP madrileño se permite el lujo de jugar a Caín y Abel con la cabeza hueca de Casado. Mónica García puede explicarle a sus cuatro compañeras cómo evitar las múltiples trampas de los que se resisten todavía a tocar la nueva partitura  constitucional de Yolanda Díaz. La suerte de Pablo Casado y Santiago Abascal depende en última instancia de que logren que el infantilismo, tan presente en la triste historia de la izquierda española, quiebre o hurte la batuta de la vicepresidenta del Gobierno.

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