El desconcierto

De Camacho y Carrillo a Yolanda Díaz

De Camacho y Carrillo a Yolanda Díaz
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, participa en el evento "Transformar el presente, imaginar el futuro: más allá de la precariedad y las desigualdades" organizado por el IECCS y el CBA, este viernes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.- EFE/ J. J. Guillén

Si la izquierda minoritaria no acorta su creciente distancia con la izquierda mayoritaria, parece muy difícil -por no decir imposible- la continuidad del gobierno progresista más allá de las urnas legislativas de 2023. Todos los sondeos coinciden en señalarlo, en mayor o menor medida, aunque de los resultados de las encuestas no se desprende de ningún modo el tipo de gobierno que lo pudiera sustituir. Pero esa hipótesis, hoy por hoy, carece de interés. Aquí y ahora, lo crucial es saber si la abstención latente que envuelve a un sector del electorado de izquierdas puede ser superada con una movilización social durante la segunda mitad de una tensa legislatura que pueda reequilibrar internamente el bloque progresista.

Este es el reto de Yolanda Díaz. Del mismo modo que Pablo Casado camina junto a Santiago Abascal, Pedro Sánchez necesita hacerlo con Yolanda Díaz. La  derecha sube en los sondeos porque las dos derechas avanzan, la izquierda no puede progresar, ya que el sector minoritario no puede dejar de serlo. Al ser vasos comunicantes, el bloque progresista necesita que el electorado que pierde Sánchez lo gane Díaz. Esa no es hoy la situación y, por lo tanto, sufre tanto Pedro como Yolanda, a pesar de que el PSOE se mantiene, tras siglo y medio de historia, como uno de los dos grandes partidos históricos, el otro es el Partido Nacionalista Vasco.

El actual proyecto laborista de la vicepresidenta del Gobierno aspira a ser el aglutinante de toda esa amplia minoría de izquierda ahora fragmentada en tantas siglas como egos. Quienes aspiraban a superar a la Izquierda Unida de Francisco Frutos, Gaspar Llamazares y Cayo Lara han terminado multiplicando la desunión hasta límites peligrosos para su supervivencia. Sustentada sobre las bases sindicales de CCOO y UGT, Yolanda Díaz aparece como un potente imán centrípeto que puede anular la centrifugación que corroe a toda la minoría de izquierda. Aún no ha concretado su programa, ni siquiera ha anunciado su candidatura, y sin embargo su autoridad es reconocida por toda la izquierda.

Desde los tiempos de Marcelino Camacho y Santiago Carrillo no había vuelto a darse un liderazgo análogo a la izquierda del PSOE. Más aún, junto con Pedro Sánchez es la política más valorada, aceptada y apoyada por  el electorado progresista desde que pasamos del siglo XX al XXI. Ningún otro dirigente ha contado y cuenta con tanto prestigio en este último largo cuarto de siglo de la izquierda española.  Pedro Sánchez por hacerse con el PSOE doblando ayer el pulso a Rubalcaba. Yolanda Díaz por intentar promover una plataforma electoral independiente de los pequeños Rubalcabas. De la buena mano de dos dirigentes sindicalistas, Unai Sordo y Pepe Álvarez, y desde la Vicepresidencia del Gobierno de Sánchez, empieza a presentar su proyecto.

Solo así cabe la posibilidad de terminar con la desmovilización social de la izquierda que recogen todos los sondeos. No basta con el serio peligro de involución política, la alianza de PP con Vox, si no va acompañada de una política social como la que preconiza Yolanda Díaz. En esa batalla por el salario mínimo, anunciada ayer por la vicepresidenta del Gobierno, subiéndolo a 1000 euros, y en la aprobación de la reforma laboral, que el PP intenta impedir  con ayuda del obtuso infantilismo izquierdista, está la punta de lanza de la recuperación de ese electorado de izquierda tentado por la abstención. De que Díaz lo consiga no solo depende su futuro, sino también el de Sánchez y de todo el arco progresista. No hay hoy desafío más decisivo en el escenario político español.

Más Noticias