El desconcierto

El ocaso anunciado de Casado

El ocaso anunciado de Casado
El expresidente del Gobierno de España y miembro del Partido Popular, José María Aznar, en un acto de campaña de Castilla y León.- EUROPA PRESS

No ha podido empezar peor la campaña electoral de Castilla y León para Casado a quien Aznar ha aludido como un "no se quien". Convocadas las elecciones autonómicas castellanas como segundo peldaño hacia la puerta de entrada a la Moncloa , después del éxito de Ayuso en Madrid, parece más bien que se dirige a la puerta de salida de Génova. El espejismo madrileño, donde la derecha arrasó a la peor izquierda existente de todo el Estado, no va a repetirse en Valladolid. Luis Tudanca no es Gabilondo, no habrá desplome socialista, ni Vox dejará de sumar más escaños pese a contar con un candidato bastante desconocido. Los sondeos son implacables. Mañueco vencerá sin más incógnita que la de la dimensión de su victoria.

El exabrupto de Aznar, que va a marcar la campaña hasta el 12 de abril, lo refleja bastante bien al señalar el liderazgo de Pablo Casado como un lastre electoral del Partido Popular. Ganar al PSOE sin frenar a Vox es pan para hoy y hambre para mañana, vino a decir el primer elector de la derecha, por cuanto consolida a Sánchez en la Moncloa, en la misma medida que no cabe sumar los votos de Vox a los del PP. Esa torpe estrategia de Casado lleva a la perpetuación progresista en el gobierno porque impide una alternativa a la hoy existente. No se trata de aritmética política sino de geometría institucional. PP más Vox no aproxima la Moncloa sino que la aleja.

Vox y PP son vasos comunicantes. Lo que gana el primero, lo pierde el segundo. Pero esa pérdida electoral es un callejón sin salida gubernamental. Ni la Unión Europea, ni el Ibex, pueden aceptar mañana que todo un partido antisistema forme gobierno junto con uno de los dos grandes partidos. El nacionalpopulismo no es de recibo en las capitales comunitarias. De ahí que ningún partido de derecha en la Unión Europea puede ir hoy de la mano de la extrema derecha si desea ser alternativa de gobierno. Casi treinta años tardó España en incorporarse a la Comunidad Europea porque el nacionalcatolicismo del general Franco solo podía relacionarse con los peronistas, los sauditas y los estadounidenses.

La cuestión de Vox es el problema de Casado. Si no recupera los cuantiosos votos fugados hacia el partido de Santiago Abascal, el PP será cada vez más un satélite de Vox y, por lo tanto, puede despedirse de ser una opción de gobierno mientras exista la Constitución de 1978. Para Aznar la salida es subordinar electoralmente a los nacionalpopulistas de Vox, pero para esa tarea urgente Casado debe ser relevado cuanto antes sin esperar a las urnas de 2023. Más aún. Llegar a esas elecciones con un liderazgo fuerte basado en un discurso análogo al de Abascal pero distinto. Solo así el espejismo de Isabel Ayuso dejaría de serlo para poder concretarse en una victoria como la madrileña.

Los resultados lusitanos empujan aún más en esa dirección. El deseo de estabilidad gubernamental, rota por dos partidos de izquierdas con mucho más peso político que sus débiles homólogos españoles, ha concentrado su voto en el Partido Socialista. Sin duda, su ejemplo va a influir en el electorado progresista español en claro beneficio de esa columna vertebral histórica de la izquierda que es el PSOE. O el Partido Popular concentra a su vez el voto de derecha en su sigla o no habrá alternativa real al gobierno progresista. Las urnas autonómicas, tanto de Castilla y León como las próximas de Andalucía, van a confirmar que con Pablo Casado la hegemonía del PP en la derecha es cada elección menor que la anterior.

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