El desconcierto

El Búnker de Casado

¿Puede ser candidato a presidente del Gobierno de España quien no puede ni sabe gobernar su propio partido? Esta es la pregunta que todo el Partido Popular, sea cual sea su tendencia, se formula ante un Casado que cree ser caudillo por la gracia de Dios al margen de la voluntad de los dirigentes, militantes y electores del PP. Después de abrir en canal a su propio partido pretende continuar en Génova tras haber acusado a Isabel Ayuso de corrupción, rectificar la acusación horas después, haberla espiado y pedir que la espiada admitiera no haberlo sido. Ni un topo del PSOE o Vox lo hubiera hecho mejor. El sonoro ¡Váyase señor Casado! resuena ahora en las sedes del Partido Popular. Obvio. No puede seguir de presidente del PP quien hoy lo hunde, ni tampoco ser mañana candidato del PP a gobernar quien no sabe ni  siquiera gobernar su partido.

Ese Aznar de bolsillo que es Casado, acompañado de ese Iván Redondo rural, que es García Egea, han dejado al Partido Popular al pie de los caballos en tan solo quince días. Primero, regalaron a Pedro Sánchez la reforma laboral que el infantilismo catalán les había donado, después, proporcionaron a Vox su espectacular avance electoral en Castilla y León con una convocatoria electoral innecesaria y, finalmente, se lanzaron sin paracaídas sobre la Puerta de Sol. El resultado es patente. Han fortalecido al Partido Socialista a la vez que facilitado  que el PP sufra el sorpasso de Vox. Los políticos de las nuevas generaciones del PP, en línea con las del resto de siglas, no destacan por sus luces políticas, con excepción de Sánchez, pero lo de Casado y Egea es de aurora boreal.

Como Sánchez ha desinflado la tensión en Cataluña, normalizado la política en Euskadi, gestionado la lucha contra la pandemia, pactado la paz social con la patronal y los sindicatos, y bien acordado con la Unión Europea la distribución de los 140.000 millones de euros, dan por hecho su continuidad en la Moncloa. Y, por lo tanto, no les queda más que luchar por el poder interno en el PP a la que se entregan en cuerpo y alma. No hay casi ninguna diferencia política e ideológica entre Génova y la Puerta de Sol. No hay más que el miedo de Casado y su torpe alter ego, hoy por hoy infundado, de que Ayuso les robe la cartera y pueda saltar de la Puerta del Sol a la Moncloa tras la mayoría absoluta del PP madrileño el 4 de mayo.

Pero como el sargento secretario general Egea, que juega a ser general secretario, ha ido más allá de lo que la prudencia aconseja, llevando al PP a un concurso de acreedores, se ven obligados a intervenir los mayores en edad, sabiduría y gobierno como Feijóo acompañado de los barones. Así este dirigente tiene que hacer lo que no hizo antes, presentarse a las primarias, ante algún dossier filtrado desde la Moncloa por una de las dos vicepresidentas de entonces. Todas las miradas de la derecha se dirigen a Galicia en busca de un nuevo gallego que pueda volver a situar al Partido Popular como uno de los dos grandes partidos y, por supuesto, como una alternativa al PSOE.

El camino lo marca el propio PSOE cuando, tras defenestrar Rubalcaba a Sánchez, unas primarias situaron al defenestrado en Ferraz para luego colocarlo en la Moncloa. No hay otra salida democrática que la de devolver la palabra a los militantes a la hora de elegir una nueva dirección que sustituya a la que ha conducido al PP al borde del abismo. Casado es un cadáver político que se resiste a ser enterrado y que lo acabará siendo como lo fuera su predecesor en la incompetencia e imprudencia en 1989 antes de la llegada de Aznar. Bien es cierto que aquel Antonio Hernández Mancha es Hegel a su lado, porque no iba acompañado del señor de Murcia que ahora redondea el desastre de Casado.

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