El desconcierto

La impotencia creciente de Sánchez

La impotencia creciente de Sánchez
Pedro Sánchez anuncia el envío de armas a Ucrania.- Eduardo Parra / Europa Press

No tienen razón los que hoy critican a Sánchez por su repentino cambio de postura sobre el envío de armas a Ucrania. Cierto es que aquel no es no ha dejado de serlo, en solo treinta y seis horas se ha convertido en un sí. Cierto también que el Estado español es el que es y, además, toda la Unión Europea ha cerrado filas con los Estados Unidos. La total desaprobación social que se ha infringido a sí mismo no puede explicarse por un cambio de opinión repentina, e incluso si así fuese, habría que preguntarle por qué cambió de criterio. Un hombre político es, pese a todo, prisionero de sus declaraciones y, aunque se esfuerce en olvidarlas, los que le escuchan no se llaman a engaño. Sánchez no puede ignorarlo. Su problema es que al no poder seguir adelante se ve obligado a ir hacia atrás.

El estallido de la crisis interna de Unidas Podemos, hoy tan desunidas como decrecientes e impotentes, acentúa la debilidad del presidente del Gobierno. No por su nula repercusión política, la lealtad de los morados al PSOE es de manual, sí en cambio por la imagen negativa que ofrece ahora la Moncloa. Dos ministros de UP y otros dos ministros de la disidente Yolanda Díaz, divididos sobre si España debe dar prioridad a la negociación con los invasores rusos o a armar a quienes combaten al Ejército de la Federación Rusa en condiciones de inferioridad. Parece muy claro que quien decide es el presidente de Gobierno, sin embargo la claridad no  puede resolver está grave contradicción política que previsiblemente irá creciendo cuanto más dure el conflicto bélico. A más armas, mayor riesgo de que la crisis estalle definitivamente.

Ni  que decir tiene que a la escalada militar, consecuencia de ese envío de armas,  sigue la vertiginosa escalada de precios en una sociedad tan desigual como la española. En vísperas de alcanzar los dos dígitos de inflación, entre el 10% y el 20%, Sánchez inicia los primeros pasos en dirección a la consecución de un pacto de rentas con la CEOE, UGT y CCOO, que limite a la vez salarios y dividendos. Algo así como unos nuevos Pactos de la Moncloa que regulen el coste de la guerra. En la transición fue relativamente fácil ya que el objetivo político era consolidar la nueva democracia. Mucho más difícil es hoy, porque no puede contar con el aval de aquel PCE de Carrillo, ni tampoco la OTAN tiene una buena imagen en España, salvo para los intelectuales orgánicos de esta organización militar.

La sustitución del núcleo de incompetentes que dirigía el Partido Popular por un político de larga trayectoria como Núñez Feijóo tampoco es buena noticia para Sánchez. Ya ha podido comprobarlo con la cuestión ucraniana, con la que aquel pretende reventar cuanto antes el  actual gobierno de coalición progresista, y lo seguirá comprobando mejor cuando el nuevo dirigente popular asuma los mandos de Génova. Signo inequívoco es la satisfacción demostrada por el PNV que aún apoya al PSOE. Mal acostumbrados a los insultos de los miércoles, los socialistas tendrán que vérselas con una alternativa seria de centro derecha. Todavía no se ha celebrado el congreso extraordinario del PP y el clima ya ha cambiado en el escenario político español. En la derecha, Vox ha dejado de ser hegemónico.

La paradoja de Pedro Sánchez reside en que cuantas más armas envíe, más se alarga la guerra, y cuanto más se alargue más nos acercaremos al peligro del estallido social, y cuanto más cercano sea este riesgo, más aparecerá en el horizonte la gran coalición entre el PSOE y el PP. Si se concreta, bajo una u otra forma, parece bastante evidente que Pedro Sánchez será sustituido por algún ministro o ministra, alguien bien visto por la hipotética parte contratante dirigida  por Alberto Núñez Feijóo. Todo depende de lo que dure la guerra, pero ya es bastante sintomático que hoy el presidente del Gobierno se encuentre tan inestable en la Moncloa como lo estaba en Ferraz en las mismas vísperas de su defenestración. La impotencia es total: no puede evitar enviar armas a Ucrania, pero justamente este envío le acerca cada vez más al vacío.

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