El desconcierto

El giro marroquí de Sánchez

El giro marroquí de Sánchez
Imagen de archivo. Sánchez en una visita a Ceuta y Melilla.- Ángela Ríos / Europa Press

Después del primer giro político histórico del Gobierno de Pedro Sánchez, terminar con algo más de un siglo de neutralidad en la política exterior española, al enviar armas a Ucrania, llega el segundo viraje diplomático, al finalizar con casi medio siglo de equidistancia sobre el contencioso del Sáhara. Al apoyar la propuesta marroquí de autonomía como la solución "más seria, realista y creíble" abre una nueva etapa. De hecho, ambas derivan de la pertenencia de España a la OTAN, aprobada mayoritariamente por toda la sociedad española en el referéndum de 1986. El hecho de ser un país integrado en el bloque militar atlantista implica obligaciones que Pedro Sánchez afronta sin dudarlo al cortar drásticamente ese largo nudo saharaui que bloqueaba su retaguardia norteafricana, justo cuando Ucrania está abierta en canal.

Marruecos es el centinela de la OTAN. Cubre completamente el flanco sur de esta organización militar. Su gran base marroquí en Kenitra, junto con la española, en Rota, cumple una tarea esencial en la estrategia de la Unión Europea y de los Estados Unidos. Por lo tanto, cuidar, atender y mimar al estado marroquí es una cuestión vital para sus estrategas. No habría hoy nada más inquietante para ellos que un posible conflicto entre Madrid y Rabat sobre el Sáhara utilizando las ciudades autónomas de Melilla y Ceuta, desprovistas ambas del amparo de la OTAN. Mínima, pero posible amenaza, que desaparece del escenario si, como acaba de hacer el gobierno de Sánchez, el estado español se suma a Francia, Alemania y los Estados Unidos en el apoyo a la opción de un Sáhara como autonomía marroquí, formulada hace ya quince años por Rabat. La Comisión Europea acaba de saludar ayer mismo el acercamiento de España con Marruecos como positivo.

El Polisario, evidentemente, no encaja en esta mapa atlantista. Peor aún, es un incordio que dificulta que el centinela Mohamed VI pueda hacer guardia desde el garito marroquí. Más allá de cuál sea su peso social y político en la población saharaui, el censo electoral varía según lo realice Rabat o  Argel , las potencias occidentales prefieren que se encauce dentro del estado marroquí sin romper la unidad del reino alauita. Quienes ahora mismo priorizan la máxima seguridad desestiman las pretensiones independentistas del Polisario. Máxime cuando al sur pululan bandas armadas fundamentalistas islámicas, empresas militares privadas y aventureros políticos. Por otra parte, del mismo modo que la violencia de ETA no representaba al pueblo vasco sino tan solo una parte de Euskadi, la violencia del Polisario no representa hoy el pueblo saharaui sino únicamente una parte del Sáhara. No cabe, pues, ir de una mano de la OTAN y de  otra con el Polisario.

La rapidez y discreción, lógica dada la decisión adoptada, con la que Pedro Sánchez ha dado el giro del Sáhara sorprende tanto como incomoda a los grupos parlamentarios de las Cortes. A los nacionalistas vascos y catalanes porque  aspiran a la misma independencia que el Polisario; al Partido Popular, porque se ve emplazado a una prematura política de Estado cuando aún no ha llegado Feijóo ya acusado de blandito, y a los grupos a la izquierda del PSOE porque una de sus señas de identidad, el Polisario, es la víctima propiciatoria. Una situación bastante análoga a la que se produjo durante el referéndum de 1986, cuando el PP se abstuvo en aquella votación crucial e Izquierda Unida votó en contra; pese a ello ambos grupos han rectificado y marcan hoy el paso de Biden.

La gran ventaja del PSOE ahora es que es el partido de la OTAN. De hecho, Sánchez no hace más que rematar lo que hizo en su día González. Es desde un gobierno de la OTAN, avalado por  los gobiernos de Alemania, Francia y Estados Unidos, que la Moncloa reconoce la función de centinela de Marruecos, y también desde la inexistencia de una clara alternativa viable a la propuesta atlantista formulada a través de Sánchez. De ahí que el PP no pueda ir más allá de una crítica formal por el procedimiento, ni tampoco Unidas Podemos, cuatro ministros en este gobierno de la OTAN, de una relativa desaprobación. Sánchez ha vuelto a coger con el pie geopolítico cambiado tanto a su derecha como a su izquierda.

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