El desconcierto

No es Mélenchon quien quiere sino quien puede

No es Mélenchon quien quiere sino quien puede
El líder de Francia Insumisa (LFI), Jean-Luc Mélenchon, habla a sesus seguidores en un mítin en Cirque d'Hiver Bouglione (10/04/2022).- Julien Mattia / Le Pictorium Agenc / DPA

Al calor del éxito de Mélenchon en las elecciones francesas, no son pocas las voces que se preguntan sobre las razones que explican la ausencia de un Mélenchon español. Incluso más de uno de ese océano de líderes que pululan a la izquierda del PSOE quizás se plantee hoy la posibilidad de reeditar en España, aquí y ahora, lo que tan bien funciona en Francia. Al fin y al cabo, somos dos países latinos del Sur de Europa, socialmente paralelos, aunque con tradiciones históricas diferenciadas, que, en principio, no deberían diferir mucho sobre qué tipo de respuestas hay que dar a las políticas similares de  Pedro Sánchez y Macron. Una interrogante oportuna que, sin embargo, olvida que nunca puede ser Mélenchon quien quiere sino quien puede.

Cuatro Pirineos políticos separan la realidad de Mélenchon de los aspirantes a convertirse en Mélenchon Bis. Primero: mientras que en Francia, como en la mayoría de todos los países europeos, la socialdemocracia es poco más que una reliquia histórica, en España el PSOE continúa siendo la columna vertebral de la izquierda. Segundo: en nuestro país el PSOE ha sido siempre el primer partido de la OTAN, refrendada democráticamente, que no es el caso, desde luego, de Francia. Tercero: Mélenchon preconiza hoy la Europa de las Patrias, frente a la decaída Europa de los Mercados de Bruselas que defiende Pedro Sánchez. Y por último, por orden que no por importancia, ninguno de los dirigentes políticos de Mélenchon se sienta en el Elíseo junto a Macron.

La impotencia que se deriva de estas cuatro diferencias se traduce también en el imparable ascenso de Vox, puesto que, muy al contrario de Le Pen que tropieza con Mélenchon en la lucha por el electorado populista, nadie le disputa ahora el espacio populista en España a Abascal. Vox, que nació como contrapunto al independentismo catalán, crece ocupando ese espacio social, tanto en las clases medias como en las trabajadoras, dejadas de la mano de Dios. Al no existir hoy desde la izquierda una crítica al gobierno de Pedro Sánchez, el nacionalpopulismo tiene todo el campo libre para desarrollarse a sus anchas. Así toda la crisis derivada del coste de la guerra de Ucrania es como un inmenso 15-M del que ya ha empezado a nutrirse Abascal.

Como consecuencia de ello, esa impotencia puede impedir, salvo milagro de última hora, que Sánchez continúe gobernando mañana. El PSOE, como el resto de los partidos, necesita socios para gobernar y, hoy por hoy, no le van a proporcionar los escaños que necesita para seguir en la Moncloa. Cuenta, claro está, con los nacionalistas vascos y catalanes, pero a la vista de las encuestas todo hace pensar que con los de Podemos no van a ser suficientes; si esto fuese así, la socialdemocracia se vería condenada a pasar a la oposición, en caso de que la alternativa de Núñez Feijóo lograse una mayoría parlamentaria para entrar en la Moncloa sin Abascal.

Vox es un socio indeseable en la Unión Europea y en la OTAN. Demasiado bien lo sabe Núñez Feijóo cuando cambia por segunda vez su agenda en una semana para no coincidir con Abascal en Valladolid.  En Bruselas no cabe hacerse el sueco y mucho menos el gallego. Evidentemente, no cuestionan el gobierno de Castilla y León, incluso el de Andalucía, si procediera, pero en la Moncloa la entrada de Vox está vetada. Y es que la ausencia de un Mélenchon, al potenciar a Vox tanto como jibarizar a Podemos, a la vez que condicionar al PP, puede acabar impidiendo gobernar a Sánchez, y también a Feijóo, al tener que contar con un socio indeseable en medio de una gravísima crisis económica y social.

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