Otra vez a vueltas con las estadísticas del desempleo. Las últimas, según la interesada interpretación del gobierno, confirman que estaríamos saliendo de la crisis. Curioso: llegaba a la misma conclusión con los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), que ponía negro sobre blanco la existencia de una importante destrucción de puestos de trabajo, un aumento igualmente significativo del empleo precario y una disminución de la población activa. Tanto da una información como la otra, pues nada ni nadie apartaría medio milímetro a los políticos que nos gobiernan del mantra: La economía está en el "buen camino" y "los esfuerzos realizados han merecido la pena", que diría Rajoy, con su proverbial precisión y claridad.
Y otra vez nos vemos envueltos en debates de corto recorrido, tan mezquinos como anecdóticos, donde se comparan los últimos resultados con los precedentes, mejores o peores según el tertuliano o político de turno, o analizando el carácter más o menos estacional de los mismos, o si son más solventes los datos de la EPA que los registros de la Seguridad Social. Detenemos nuestra mirada en los árboles , o peor todavía en las malas hierbas, y perdemos de vista el bosque.
Alzar la mirada más allá de los vaivenes de la coyuntura significa ser conscientes de que el crecimiento económico no resuelve el desafío del empleo; ni el anémico que ahora tenemos, ni el tibio que se pronostica para los próximos años... ni el que registraron las economías comunitarias en periodos más prósperos. El capitalismo realmente existente no crea suficientes puestos de trabajo; mucho menos el "nuevo" capitalismo que emerge de la crisis, no sólo más endeble e inestable, sino también más oligárquico y antidemocrático.
Estaría bien reconocer, asimismo, en ese debate estratégico que tanto necesitamos las izquierdas que el empleo hace tiempo que dejó de ser un camino para salir de la pobreza. Antes del crack financiero ya proliferaban, en el Norte y en el Sur, contratos y salarios indecentes. Y ahora, con la crisis y con la celebrada e inexistente postcrisis, no se contempla otro escenario, pues "lo importante es trabajar" (cantinela tarareada a diestra y siniestra; ¡ver hemeroteca!).
En fin, los políticos se enredan y nos enredan debatiendo los últimos datos de desempleo, cuando más de una cuarta parte de la población en edad de trabajar no encuentra un puesto de trabajo, cuando ese porcentaje se duplica entre los jóvenes, cuando los salarios se han hundido y cuando aumenta sin cesar la desigualdad y la pobreza, todo ello en proporciones desconocidas. ¡Hasta cuándo vamos a tolerar tanta degradación y cinismo!
Fernando Luengo es miembro de la asociación econoNuestra, profesor de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid y coautor del libro "Crisis y fracturas en Europa", Clave Intelectual-Eudeba, Madrid, 2013
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