Otra economía

Más recortes salariales

El rayo que no cesa. Nueva vuelta de tuerca del Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Cuál es la propuesta/imposición de esta institución para la economía española y por extensión para el resto de las economías periféricas del continente europeo? Proceder a un nuevo recorte de los salarios. Esta sería la manera, ¡cómo no!, de mejorar la rentabilidad de las empresas, por un lado, y fortalecer la competitividad externa de nuestra economía. Al final del camino, si se recorre sin titubeos: reactivación de la economía y aumento del empleo.

Ninguna sorpresa, pues el FMI nos tiene acostumbrados a sus recetas, atemporales y universales, aplicables en Latinoamérica, Asia o África, pero también en la Unión Europea, antes y ahora. Tampoco sorprende que sus "recomendaciones" se dirijan, con especial insistencia, a las economías más débiles y maltratadas por la crisis económica; con las más ricas es mucho más condescendiente y flexible, no en vano son las que más influyen en la institución, las que marcan la impronta de las políticas fondomonetaristas.

Receta equivocada e interesada.

Porque los salarios de la mayoría de los trabajadores ya han retrocedido lo suyo en los últimos años, muy especialmente los de aquéllos que perciben ingresos medios y bajos; no sólo han caído los salarios reales, sino que también lo han hecho los nominales. El porcentaje de asalariados que viven en situación de pobreza ha aumentado, al tiempo que se ha disparado el número de contratos precarios. En paralelo, la reforma laboral ha permitido intensificar la explotación de la fuerza de trabajo dentro de las empresas. Pero todo este enorme sacrificio no ha servido para que la economía se recupere, ni se ha traducido en un saneamiento de las cuentas públicas, ni ha hecho posible la reducción de las tasas de desempleo. ¿Por qué va a funcionar ahora una política que ha fracasado y que está provocando una fractura social y productiva sin precedentes?

Eso sí, los excedentes empresariales, en porcentaje del PIB, se han recuperado, fruto de la regresión salarial y la destrucción de puestos de trabajo. Pero dicha mejora no está repercutiendo en un crecimiento de la inversión productiva, que se mantiene bajo mínimos. A la espera de que las incertidumbres se despejen, las empresas conservan líquidos esos recursos en unos mercados financieros que, habiendo sido causantes del crack, se han preservado o incluso fortalecido; o los utilizan para reducir sus niveles de endeudamiento. También es cierto que el déficit comercial se ha suavizado... pero menos por el desempeño competitivo de nuestras empresas que por la austeridad importadora asociada a la recesión. Las debilidades productivas de nuestra economía, agravadas en los últimos años, como consecuencia del estancamiento económico y de la atonía inversora, continuarán generando desequilibrios comerciales.

Enfrentados a una situación de clara insuficiencia de demanda, alentar un ajuste salarial como el exigido, una y otra vez, por el FMI sólo puede tener un efecto contractivo sobre el consumo, que, inevitablemente, arrastrará a la inversión, provocando un efecto "bola de nieve" que alejará todavía más las posibilidades de recuperación. Téngase en cuenta, además, que las familias se enfrentan a elevados niveles de endeudamiento, en gran medida heredados de los años de boom inmobiliario y dinero barato. La merma de la capacidad adquisitiva de los trabajadores asalariados dificultará el proceso de desapalancamiento –imprescindible para la recuperación de la actividad económica-, agravando la morosidad del sistema bancario y la delicada situación de las cuentas públicas.

En una perspectiva más amplia, a diferencia de lo sostenido por el pensamiento económico dominante (en las universidades y los círculos de poder), los recortes salariales no crean empleo. Al contrario, en la situación actual, destruyen puestos de trabajo, al privar a las empresas de mercados donde colocar sus productos. La contención salarial -presente en la Unión Europea desde hace más de tres décadas, cuando las políticas neoliberales tomaron carta de naturaleza- y el aumento de la desigualdad están en el origen de la crisis económica, por lo que perseverar en el mismo camino agrava la problemática estructural que es necesario corregir.

Sin duda, los responsables del FMI tienen una visión muy distinta de la desbrozada en estas líneas. Pero hay mucho más que perspectivas diametralmente opuestas de las causas y las salidas de la crisis económica. Las recetas de esta institución –que no son distintas de las defendidas por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, la gran banca, las corporaciones transnacionales y los gobiernos español y alemán- defienden los intereses de las oligarquías, que han encontrado en la crisis la gran oportunidad, la tormenta perfecta que antes ni siquiera podían imaginar, para confiscar a la población ingresos y riqueza, para sufragar los costes de la crisis y para abrir nuevos espacios de negocio debilitando el sector social público.

Para concluir. Cuánta indecencia contienen las propuestas de tijeretazo salarial, cuando se sabe que afectarán, en mayor medida, a los grupos sociales más vulnerables y desprotegidos; cuando se sabe que los salarios de los ejecutivos y directivos continúan situados en cotas astronómicas, fuera de todo control; y cuando las retribuciones de los supuestos especialistas que defienden con tanto empeño la austeridad salarial son muy lucrativas. ¿Recortes salariales? Qué empiecen ellos dando ejemplo.

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