Otra economía

2030

Fernando Luengo Escalonilla
Economista

Teníamos que actuar y no actuamos, teníamos que responder y no respondimos, estábamos obligados a tomar medidas drásticas y no las tomamos. Como si el mero transcurrir del tiempo, como si cerrar los ojos y seguir caminando el mismo camino fueran la solución, y no lo fue.

Paralizados por el miedo, el desconocimiento y los lugares comunes, agobiados por las exigencias del día a día, aislados emocionalmente del mundo exterior, del que sabíamos, creíamos saber, a través de la televisión y las redes sociales, que cocinaban menús informativos a la medida de un publico acomodado y poco exigente.

Escuchábamos con frecuencia que la crisis provocada por el COVID-19 era una ventana de oportunidad que debíamos aprovechar. Para fortalecer el sector social púbico del que dependía crucialmente nuestra vida y que durante demasiado tiempo había sufrido el vandalismo de las políticas consistentes en "todo mercado", y que con la pandemia dejó dramáticamente al descubierto todas sus debilidades. Oportunidad también de poner los cimientos de una economía, que tenía que ser nueva para ser buena, cuyos pilares deberían ser el bienestar de las personas y la sostenibilidad del planeta.

Esta ventana se abrió porque, en definitiva, la crisis ponía de manifiesto la quiebra de una manera de producir, consumir y vivir, y la existencia de una desigualdad insoportable e inaceptable. En la historia reciente, nunca como en ese momento la humanidad enfrentaba una encrucijada de semejante calado. Parecían creadas las condiciones para que emergiera un nuevo consenso capaz de empujar en otra dirección, lejos de los caminos trillados.

Pero lo cierto es que esa ventana se cerró. Y lo hizo porque las inercias y los intereses vinculados a las mismas eran muy poderosos y dominaron la agenda de gobiernos e instituciones. Es cierto que se escucharon otras voces, pero apenas fueron ecos irrelevantes y testimoniales.  Las que realmente contaron hablaban de "reactivar, dinamizar, reconstruir, volver a la normalidad...". Un lenguaje que, como siempre, no era inocuo, y que apuntaba claramente al restablecimiento del statu quo.

Ha pasado una década desde que estalló la primera pandemia, a la que han seguido otras de parecida envergadura. Las vacunas, convertidas en un inmenso negocio para las empresas farmacéuticas y sus ejecutivos y accionistas, se muestran incapaces de atajar los diferentes brotes y, además, llegan en cantidad insuficiente a los países pobres, donde la enfermedad se extiende fuera de todo control. El cambio climático avanza desbocado y la temperatura media del planeta ya supera con creces la línea roja, lo cual nos coloca en un escenario irreversible; los episodios climáticos extremos son cada vez más frecuentes y el aumento del nivel del mar ha implicado la desaparición de muchas tierras de cultivo; son innumerables los conflictos y las guerras en la disputa por las fuentes de energía, los minerales, los materiales raros y el agua; los desplazamientos de personas son continuos y crecientes; las fracturas sociales y territoriales alcanzan niveles inimaginables; la pobreza y el hambre aumentan, tanto en los países pobres como también en los ricos.

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