Otra economía

Pablo Iglesias deja la política… ¿y ahora qué?

Fernando Luengo Escalonilla
Economista
fluengoe@

No abundan entre nuestros políticos gestos de decencia como el que acaba de protagonizar Pablo Iglesias con su decisión de abandonar la política institucional y partidaria. He escuchado mil veces cómo se ha convertido en una práctica habitual rizar el rizo para justificar unos resultados electorales adversos, para finalmente, colar el mensaje de que no son tan malos y si se comparan con (lo que sea) incluso son aceptables y hasta buenos.

No hay otro objetivo que mantenerse contra viento y marea en el chiringuito, como si la presencia del político o política de turno fuera la única posibilidad de supervivencia del partido que representa. En este sentido, me parece que la decisión tomada por Pablo Iglesias dice mucho y bien de un político y una persona decente. ¡Ojo, Unidas Podemos ha mejorado los resultados obtenidos en la última consulta electoral de la Comunidad de Madrid! Pero esa mejora ha sido escasa y claramente insuficiente (teniendo en cuenta la debacle del Partido Socialista Obrero Español) para configurar una mayoría de izquierdas. Ha asumido su responsabilidad en estos resultados y decide dar un paso atrás. En esa decisión sólo veo generosidad y honestidad.

Es el momento de reconocer su contribución a la emergencia y consolidación de un Podemos disidente, que entró con fuerza en la arena política para alterar de manera radical (de raíz) las reglas del juego impuestas por el establishment mediático, político y económico. Y lo consiguió. Hoy no se estaría hablando y mucho menos legislando en materia de desahucios, discriminación de género, regulación de alquileres, corrupción, desigualdad, derechos laborales, pobreza... sin la irrupción de ese partido y de la decisiva contribución de Pablo Iglesias a su lanzamiento.

Y creo, en fin, que abandonar la política (no el compromiso político y ciudadano) significa normalizar, de alguna manera, uno de los lemas más atractivos y ambiciosos de Podemos, cuando se decía "estamos de paso". Cuando el descrédito de la política y los políticos es tan amplio, cuando mucha gente piensa que "todos son más o menos iguales", hacer valer el mensaje de que no se está ahí para acumular privilegios, ni para mantenerse en el cargo sine die, es muy relevante; y también lo es ser consecuentes con la idea de que, finalmente, nadie es imprescindible, de que las rotaciones son una pieza fundamental de una nueva manera de hacer política.

Dicho todo esto, creo, sin embargo, que ha sido un error presentar la dimisión en este momento. No sólo porque dar este paso justo ahora es un regalo a esa derecha (no sólo a la fascista) que ha hecho del acoso a su persona una de sus principales banderas políticas. Han cobrado la pieza que más ansiaban en esta cacería. Esto les hace más fuertes y arrogantes; y les ofrece una hoja de ruta. ¿Alguien piensa que con Yolanda Díaz, con Ione Belarra, o con las personas que encabecen el cartel electoral de Podemos y se pongan al frente del partido, encontraremos a unas derechas más amables? En absoluto, con los resultados de Madrid, la estrategia del Partido Popular y por supuesto la de VOX será elevar los decibelios de la crispación y la marrullería.

Cuando Pablo Iglesias explicaba su decisión de abandonar la política, la misma noche en que se conocieron los resultados electorales, argumentaba que se habían concentrado en su persona ataques feroces, que se había convertido en un factor de polarización, en un permanente e insoportable pim, pam, pum (cosa que es cierta) y que no quería ser un obstáculo para el avance y la recomposición del partido, que sería más difícil con él al frente del mismo.

Con todo, el paso que, en mi opinión, debería haber dado (para el que también hubieran sido necesarias buenas dosis de atrevimiento y compromiso) es ponerse al frente del grupo parlamentario en la Asamblea de Madrid los dos años que quedan de legislatura y trabajar para el fortalecimiento de Podemos en la Comunidad Autónoma. De esta manera, la ciudadanía, no sólo los miembros de los círculos o el electorado fiel, hubiera recibido un mensaje potente: "estoy dispuesto a arrimar el hombro con mis compañer@s, me pongo con ell@s manos a la obra para llevar propuestas a asamblea de la Comunidad de Madrid, hacer visible y útil nuestra presencia en esa institución, y para promover la resistencia y movilización de la ciudadanía".

Por lo demás, creo que los retos que Podemos tiene por delante no se resuelven apelando a hiperliderazgos y personalismos, tan instalados en la cultura política del partido. Sin quitar un ápice de importancia al nombramiento de las personas que lo dirijan, la cosa no va quien deja y quien ocupa la secretaría general del partido o lidera el cartel electoral. Se trata, y esto es para mí fundamental, de abrir un debate político sobre los desafíos económicos, sociales y medioambientales que hay que afrontar en este momento de encrucijada y las políticas más adecuadas para  hacerlo, sobre las consecuencias de la participación en el gobierno de la nación y de las medidas adoptadas para luchar contra la pandemia y la crisis, y sobre la inserción del partido en el tejido social que es necesario movilizar, al que es imprescindible llegar, para que el proyecto de cambio que pretende representar Podemos sea viable. Un debate muy necesario para identificar las causas de los deficientes resultados de Podemos en las últimas consultas electorales, y clave para reencontrar y reactivar un proyecto político verdaderamente transformador.

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