Fuera de lugar

La línea griega

Un amigo, desde Atenas

 

La línea griega

La situación en Grecia es imprevisible, ya me lo habían dicho. Un jubilado se pegó un tiro ayer en Syntagma, en frente del parlamento. A las 6 de la tarde, un pequeño grupo de personas se acercaba al árbol donde se había producido el suicidio, y empezaron a dejar velas, mensajes de apoyo y de denuncia. "No es un suicidio, es un asesinato político" decía uno de ellos. A las 9 de la noche, ya eran miles de personas las que se acercaban al parlamento, dibujaban flechas con las velas en el suelo apuntando al gobierno; los más viejos se enfrentaban verbalmente, a pecho descubierto, sin armas y a un palmo de la cara de los policías que protegían el parlamento; los más jóvenes se ponían bastante más lejos y, tapados con capuchas y pañuelos, tiraban piedras, naranjas, cócteles molotov. La policía empezó a lanzar gases lacrimógenos y también algunas piedras; todos se echaron a correr, menos unos pocos que empezaron a entrelazarse con los brazos y a decir que no se iban de allí. La cosa funcionó y, poco a poco, fueron volviendo los demás; pero empezó de nuevo la guerra y esta vez hubo dispersión general. La mayoría salió corriendo por las calles adyacentes, otros nos quedamos al lado de aquel árbol, donde se seguían poniendo velas y mensajes, rodeados de gases, fuego, heridos... En un rincón de la plaza se había improvisado un pequeño puesto de ayuda sanitaria, y algunos de los médicos fueron a ayudar a una chica que estaba herida, pero la policía hizo un círculo alrededor de ella para que no entrara nadie a ayudarla. Sin ninguna razón, como los gatos que juegan con un pequeño ratón: puro sadismo. El árbol era una isla de silencio a la que llegaban, de vez en cuando, náufragos que gritaban de rabia y después volvían a lanzarse a la batalla. Esto es lo de siempre, decían muchos. Pocos creían que fuera el principio de algo más. Se ponían la venda antes de la herida, por no sufrir otra decepción. Habían visto tantas cosas en tres años, cuando parecía que todo iba a cambiar. Y cuando ha cambiado, ha sido siempre para mal. Es lo de siempre, decían, pero casi todos volvían a estar aquí, en Syntagma, después de tanto tiempo, y se les veía a veces un pequeño brillo de emoción en los ojos.

"¿Quién será la próxima víctima?", decía otro de los mensajes colgados del árbol. No es una frase retórica: en solo tres años, la tasa de suicidios en Grecia ha pasado de ser la más baja a la más alta de Europa. Lo primero que escucharon unos amigos españoles al llegar a Atenas fueron los gritos de una pareja que amenazaba con tirarse por la ventana si el gobierno no negociaba con ellos su deuda. Un día pregunté a una mujer que ayudaba a servir en una cocina popular: "¿y vais a seguir haciendo esto así durante mucho tiempo?" Y su respuesta fue: "Hasta que podamos. Ves esta pequeña línea (señaló una cuerda que unía varios árboles hasta hacer un cuadrilátero). No sabemos cuándo la vamos a pasar. Ahora estamos dentro, repartiendo comida. Mañana, tal vez estemos fuera." Y se emocionó y lloró. Y pidió perdón "por ser tan tonta". Pero remató: "La gente tiene que enterarse de que no es un problema de Grecia. Es un problema de todos. Todos somos parte del problema, todos debemos ser parte de la solución. Espero que algún día nos demos cuenta".

La vigilia alrededor del árbol siguió durante la noche. En el bolsillo del jubilado había una carta escrita por él. Decía así:

"El Gobierno de Tsolakoglou* ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego cogiera un kalashnikov, yo le apoyaría) no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir. Creo que los jóvenes sin futuro cogerán algún día las armas y colgarán boca abajo a los traidores de este país en la plaza Syntagma, como los italianos hicieron con Mussollini en 1945".

* Al nombrarlo así, relaciona el gobierno de hoy en día con el gobierno impuesto por los alemanes tras la ocupación de Grecia por los nazis en la segunda guerra mundial.

Pepe, el amigo autor de este texto, ya participó una vez en Fuera de Lugar

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