Solución Salina

Abre la puerta, habla con ella

Cuando un hombre le abre la puerta a una mujer en España, podría interpretarse como un gesto machista en función del momento, el lugar, las circunstancias y, sobre todo, las personas que franquean, antes o después, la misma. Yo, si se tercia, le cedo el paso a una chica, o no, pero también a Carlo Zola, por poner a un amigo, con tanta naturalidad como entro en su blog, Ciudadano gaditano, que me sirve para tomarle la temperatura cultural y política a Cádiz, tan cercana y, paradójicamente, a desmano.

Hablando de la explosión: el otro día, el dueño de la Taberna de Antonio Sánchez, la más vieja de Madrid, la de los tres siglos, el simpático y afable Francisco Cíes, enciclopedia andante del toreo con nombre de archipiélago, me juraba y perjuraba que la causa de la muerte de Manolete había sido ese hongo de pólvora que reventó los tímpanos de la Tacita de Plata y se llevó a tanta buena gente por delante. Ríos de tinta corrieron por su triángulo de Scarpa –que si el torrente de plasma, que si la sangre imposible–, pero Francisco, que antes de tabernero fue, como atestigua el cartel, el Niño del Matadero, dice que ni sangre había, que se la había tragado toda el boquete del polvorín de la Armada y los maltrechos gaditanos, que murieron a docenas y malvivieron a miles.

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En Taiwán, sin ir más lejos, un hombre que no le abre la puerta a una mujer puede ser considerado un machista, por aquello de que solo se vale y ninguna le importa: un rasgo de dureza, en definitiva, de mala educación, el de quien no articula un músculo por alguien –o tal vez debería decir por nadie– del sexo opuesto. Aquí, al no dejar pasar, él se situaría en un plano superior. Allí –en España, digo–, abrir la puerta, prestar el abrigo, empujar la silla podría interpretarse como una pedrada a la pretendida igualdad, aunque hay marcos que no dan de sí para abarcar dos siluetas y, por narices, una u otro tendrán que atravesarla primero.

Soong May-ling, la segunda esposa de Chiang Kai-shek, mujer moderna, de ideas avanzadas y con la educación y las costumbres que da el vivir fuera –al menos, lejos de aquella China–, no se quedaba atrás, en el sentido literal del adverbio, ya que tomó por norma caminar y posar a la misma altura de su marido, algo vedado hasta entonces para la primera dama. A veces, el machismo, al contrario que el Soberano, no es sólo cosa de hombres, como la lucha por la iguadad tampoco depende exclusivamente de las mujeres.

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A mí lo del machismo en casa y fuera – a veces uno ejerce dentro y en la calle sujeta la pancarta contraria, qué progre– me recuerda un poco a lo de las conversaciones con ETA, según el confesor sea popular o socialista. Y me da que en el PP, siempre dispuestos a remover la boñiga, aun en asuntos de Estado –se dice así, ¿no?– en los que ambos partidos tendrían que cerrar filas –como escriben los cronistas de la cosa: constitucionalista, etcétera–, se sienten un poco doméstico-callejeros, en plan mano loca que le zurra a su propietario en la jeta, rollo Jekyll censor y Hyde trilero, muy dignos en el casino pero en casita, como el resto.

Vamos, que tachan al PSOE de machista por abrir la puerta, sin percatarse siquiera de que ellos, por no hacerlo, en Taiwán también lo serían. Pero no hace falta venirse hasta aquí ni hablar en un plano figurado porque en España hicieron lo mismo: abrieron la puerta, hablaron con ella.

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Tal vez me haya liado con la comparación, víctima de un reloj biológico con la cuerda revolucionada, este jet lag de días. Simplemente se me ha pasado por la cabeza, y quería trasmitirlo a través de este cacharro, que la misma acción puede ser positiva o negativa en función, entre otros factores, del lugar. Y que a veces criticamos la decisión del otro cuando nosotros tomaríamos –o ya lo hemos hecho– la misma. Se puede embellecerla con coartadas, adornarla con matices, atildarla con peros, pero no hay manera. Diferentes palabras para un mismo fin. Me lo decía con una pseudosonrisa, para echarme de clase, un entrañable maestro de Galego en tiempos de la EGB: Mariño, cierra la puerta por fuera.

Ni Brian Currin.

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También desde Taiwán: Tren bala + Jet Lag + En tránsito

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