Tentativa de inventario

Vivir a 1.5x

Vivir a 1.5x

Escucho vuestros audios. La mensajería instantánea me los brinda en tiempo y forma. Los hay de urgencia, urdidos a pie de calle, con el bullicio de la ciudad de fondo y la premura de lo que debe ser dicho y se dice. Los hay contemplativos también, que no dicen mucho o que lo dicen todo. Los hay que niegan la mayor, que blasfeman entre soplidos o que rezuman rencor. Los hay abruptos, que se cierran en falso ya sea porque se levantó la zarpa antes de tiempo o por hurto del terminal. Tengo un amigo que los firma, que tras su alocución, aguarda unos segundos y pronuncia su nombre de pila, como rubricando la movida. Es un poco idiota. 

El caso es que ahora contamos con la posibilidad de acelerarlos un poquito, de rebobinar la misiva en cuanto se vislumbra la turra. Esta semana hemos sabido que Whatsapp permite escuchar peroratas al doble de velocidad y por tanto convertir a nuestro interlocutor en una suerte de Pato Donald enzarpado. La buena nueva se veía venir. La velocidad cotiza al alza y condiciona hasta el modo en que consumimos lo que el otro nos cuenta. De modo que mida bien sus palabras, piense el ritmo que imprimirá a su discurso, sepa que la más airada de sus invectivas, la digresión más solemne o el apunte más intrascendente quedarán al arbitrio y la buena fe de su receptor. Nadie se libra de ser reproducido a una velocidad que no le pertenece. 

Escribe Kundera en La lentitud que hay un vínculo secreto entre lentitud y memoria, entre velocidad y olvido. Como cuando al caminar aflojamos el paso para tratar de recordar algo que se resiste a ser evocado. Y al revés, cuando lo que se busca es el olvido apretamos el paso, como si el recuerdo que todavía nos perturba nos persiguiera. Con el pretexto de ganar tiempo nos llevamos de regalo un poco de olvido a casa. Escuchar y ver al doble de velocidad estaría bien si pudiéramos sentir y entender al doble de velocidad. Pero va a ser que no. La sensación de que todo va demasiado rápido nos aboca al diván y convierte nuestros días en una secuencia de trámites previos a lo imprevisible. En la nada. O en muy poco. 

Sueño con un mensaje que diga, tranquilo, todo irá bien, todo irá más lento. 

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