Tentativa de inventario

El ruido del tiempo

El ruido del tiempo
Ayuso procede a la demolición, en la Real Casa de Correos, a 17 de febrero de 2022.- R. Rubio / EP

Hay un silencio previo a la debacle. No está clara su duración porque nadie se paró a medirlo. Es ese intervalo aciago que se interpone entre el peor de los augurios y su confirmación, lo que separa el es probable que se coma usted una galleta de su constatación física. Es la secuencia previa a lo imprevisible, el vacío que se abre entre la mirada gélida que no augura nada bueno y el siempre categórico ya no te quiero, Pepe. Apenas unos segundos –minutos como mucho– en los que el tiempo parece regodearse con el sufriente y decide estirarse a su antojo. O peor; detenerse. 

Pues bien, el tiempo se detuvo este jueves en torno a las 13.30 horas en la Real Casa de Correos, sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid, en Sol. Localización que no es baladí pues, como saben, allí se encuentra el conocido kilómetro cero, convención topográfica que le confiere al asunto una cierta épica, como si espacio y tiempo pusieran sus marcadores a cero para lo que allí iba a acontecer. Y lo que ocurrió es que Ayuso se quitó la mascarilla con displicencia, ladeó el rostro, se recogió el tirabuzón y enderezó la microfonía en señal de agárrame el cubata. 

Se produjo entonces el silencio previo a la detonación. El tiempo se detuvo para Ayuso, congelada entre destellos, también para la ejecutiva popular, en ko técnico, incluso para Carromero, en diferido pero se detuvo, hasta el ujier del palacete agitó levemente su reloj como calibrando que la aguja todavía se movía. 

El tiempo se contuvo también para el redactor que aguardaba la comparecencia, ajeno a lo que se venía, fuera de foco, recreándose en un sandwich de queso azul y rúcula que se agenció en el Rodilla. Con cuerpito de juernes. En Babia. Pensando quizá en el silencio, pero no en el que antecede al desastre, sino en otro mucho más plácido, ese silencio que alivia, el que irrumpe cuando apagamos la campana extractora, el de una pecera o el de cuando esnifamos Vick VapoRub bajo un pañuelo. El silencio amniótico.

Demasiado tarde. El precipitado popular echó a andar. Llegó el ruido. Le siguen traiciones, comisiones, cónclaves, manifestaciones, dimisiones y hasta un conato de incendio. Y el redactor teclea el ruido, lo titula y le da a publicar. También lo tuitea. Ya en la calle piensa en aquello que dijo el poeta de que el silencio es el ruido que hace el tiempo. Y en si no nos estaremos perdiendo algo. Pero tampoco le da muchas vueltas. Se comenta que los barones piden la cabeza de Teodoro. El ruido que no cesa. El resto es silencio. 

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