Tentativa de inventario

Yo no soy tonto

Yo no soy tonto
Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola.- José Oliva / EP

Nos espían. No lo digo yo, lo dice The New Yorker y también The Guardian. Todavía no está claro quién mandó espiar a quién. Pero no tengan duda de que lo hacen. A algunos Pegasus, a otros Alexa o Google, la vecina del cuarto o el primo de Cuenca. Están por todas partes. En cualquier momento podríamos ser sorprendidos dando buena cuenta de un jabuguito en una caseta de feria, empinando el codo con vehemencia o entregándonos a confesiones de carácter amatorio. Siempre habrá alguien al otro lado.

Preocupa, eso sí, lo de la discrecionalidad. Según ha trascendido, Pegasus –el software malicioso que infecta terminales y recopila confidencias– es incapaz de ponderar la relevancia o no de lo que husmea, su código no distingue entre un mañana a eso de las doce rompemos España y un te amo fuertemente Mariloli (sin por ello desmerecer a Mariloli y al sentido afecto que el espiado le profesa). Se podría decir que Pegasus va con todo, arrambla con nuestros secretos sin atender a la envergadura de los mismos.

No queda otra que sopesar un poquito lo de guardar silencio. Callarnos la boca como horizonte de posibilidad. Guardarlo dentro. Lo no-dicho no puede ser espiado y mucho menos divulgado. El pensamiento es, en esencia, material clasificado. Ahí dentro ni servicios de inteligencia, ni spyware, ni tu tía Felisa tienen acceso. Pero no. Nos empeñamos en dejar rastro de nuestro pensamiento (o de la ausencia del mismo) siempre que podemos. A veces susurrantes, otras altaneros, cuando no a calzón quitado. Escuchen sino a un desatado presidente de Iberdrola llamar "tontos" a los consumidores con tarifa eléctrica regulada. Ufano él. Sentencioso.

Yo por mi parte tengo la certeza de que alguien al otro lado toma buena nota de mis comunicaciones. Las intercepta. Al no manejar lo que se dice material sensible, entiendo que me habrán asignado un burócrata de medio pelo, un funcionario recién degradado o un agente en prácticas. A ellos les dedico mis pensamientos más superfluos. Les voy filtrando lo más inocuo de lo que pienso. Lo hondo, aquello que me remueve, se queda dentro. Esta mañana, sin ir más lejos, pensé en el presidente de Iberdrola, don Ignacio Galán, en los 3.885 millones de euros de beneficio récord que obtuvo la compañía que dirige el año pasado y en los 13,2 millones de euros que se embolsó a título individual.

Y pensé a gritos por dentro, pero me lo reservo. Yo no soy tonto.

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