Tentativa de inventario

Flojos

Flojos
La periodista catalana Àngels Barceló.

Hay mucho flojo por ahí. Esto es así. No lo digo yo, lo dice la voz de la mañana. Ella tiene las claves, no en vano es líder en su franja. Me interpela. Lo hace a través de un radiodespertador portátil marca Sanyo que tengo sobre la mesita. Es buen aparato. Siempre va conmigo. Al ser portátil es lo que tiene. El caso es que su voz me acompaña cada día. De hecho me acicalo a su vera. El poder de la radio, dicen. La proximidad y la movida. Luego preparo el café y ahí sigue. Es bella dicción, me digo. La voz de la mañana es muy de poner en jaque a los poderes fácticos. Lo hace sin tregua. Porque el periodismo no cesa. Se te adhiere en la mañana y ya no te suelta. Sale uno de casa y con el sopor de la Villa va por ahí transpirando periodismo.

Y claro, se forman tremendos rodales. Islotes de pasión periodística cubren nuestros ropajes. Geografías indómitas que emergen en la pechera y nos hablan de méritos, vocaciones y compromisos. Porque el futuro amigos es salino y se segrega. La voz de la mañana lo sabe. Acotar la realidad no es cosa de flojos, tomarle el pulso a lo que acontece requiere de ciertas agallas. La actualidad no descansa y las noticias no entienden de horarios. De modo que ya tarda usted en sudar. Sude por cuenta propia, a tiempo parcial o en periodo de prácticas. Sude en remoto. Sude por cuatro duros la pieza o a cambio de visibilidad. Súdese el estatuto de los trabajadores si es tan amable.

El mundo no es volátil ni líquido como algunos pregonan. Dejó de ser rocoso hace mucho tiempo. El mundo se suda a cambio de una zanahoria que nunca llega mientras la voz de la mañana comenta lo poco que sudas. O peor; con la voz de la mañana metida dentro. Porque ya somos nuestro propio látigo. La explotación se hizo íntima y consciente. Lo bueno es que no duerme. Escapamos en la noche de la voz de la mañana. Y soñamos. Vaya si soñamos. No queda otra. Yo sueño con irme a la sierra y plantar coliflores. O pistachos. Y dejar de ser un flojo. Incluso ganar una cierta consistencia. La justa para hacer algo de sombra cuando el sol pega y el periodismo arrecia.

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