Tentativa de inventario

Manténganse alejados de los sueños

Manténganse alejados de los sueños
Un instante en 'Amarcord' (1973), de Federico Fellini.

Tengo un amigo que siempre quiso ser escritor. Abandonó lo del periodismo con el firme propósito de escribir un libro y ver su nombre, algún día, impreso en cubiertas de un cierto prestigio. En su sueño, el rostro de mi amigo asomaba desde la solapa con ese gesto tan de escritor, entre malcarado y profético, como anunciando al lector que lo que sostenía era pura crema. Su alarmante falta de talento, sin embargo, le privó de ese olimpo literario que un día soñó y mi amigo, que siempre tuvo buen ojo para el emprendimiento, terminó por hacerse millonario con una startup especializada en el análisis de metadatos para la industria porcina.

Ahora vive en tremenda casopla a las afueras de Rivas Vaciamadrid provista con lo más puntero en materia domótica. Un par de palmas encienden las luces del salón, un chasquido abre puertas y un doble chasquido las cierra. Incluso dispone de una pequeña parcela con cuatro pinos y un magnolio. Mi amigo, que suele deambular en cueros por su propiedad, tiene por costumbre subirse a una pequeña escalerilla bajo la copa del magnolio y extender los bracicos cual si fueran ramajes. Es ahí, inserto en pleno follaje, con todo colgandero del tronco hacia abajo, entre campanudo y arbóreo, que mi amigo trata de desentrañar en qué momento su sueño de ser escritor de prestigio derivó en hombre acaudalado y periférico.

Ciertamente mi amigo no atraviesa un buen momento. Los que le queremos asistimos con preocupación a estas extravagancias suyas. Sin duda sufre. Y es que a veces la cosa no va como uno espera. Todos, en mayor o menor medida, guardamos un sueño primigenio que hemos ido durmiendo. La experiencia de mi amigo me ha hecho ser más consciente de este asunto y ahora paso el rato rebuscando entre los restos de vocaciones y anhelos. Creo identificar, por ejemplo, en la mirada huidiza de mi frutera a la ornitóloga que no fue, veo trazas de un buen gestor financiero en el lotero, siento que el fútbol se perdió un excelente medio centro cuando veo a mi charcutero laminar con precisión media pechuguita pollo.

Yo por mi parte les confieso que en su día soñé con ser ministro de Hacienda. Y ya ven cómo me fue. Conviene ser precavido al respective de los sueños. Ya no es que no se cumplan, es que te mandan al carajo. Uno puede acabar convertido en periodista deportivo, antidisturbios o en Espinosa de los Monteros. Manténganse alejados de los sueños.

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