
La colisión tuvo lugar a eso de la una de la mañana del pasado jueves. La sonda DART se estrelló a unos 11 millones de kilómetros de la Tierra contra el que era su objetivo, el asteroide Dimorfo, de hechuras similares a las del Coliseo romano. Lo hizo, según apuntan los medios, a la velocidad de una bala disparada con un Magnum 44, unos 6 kilómetros por segundo. La secuencia captada por la DART nos muestra primero un asteroide minúsculo, del tamaño de un pixel, luego crece y se convierte en una croqueta de esas oscuras (de rabo de toro, por ejemplo), y así hasta llegar a ese instante previo a lo previsible, ese nanosegundo que precede a lo que viene siendo una buena leche, en este caso hipersónica.
A continuación fundido a rojo. La sonda se va al carajo, Dimorfo cambia de órbita y los científicos de la NASA se entregan a la algarabía. "Tenemos impacto", confirma el más asertivo de los ingenieros. En efecto, tenemos impacto. Todo apuntaba a ello. A fin de cuentas no hay nada como constatar lo acontecido con naturalidad y buena disposición. Imaginen ahora a un niño que ve venir la galleta paterna, que la intuye próxima, que aprieta los párpados y cuadra la mandíbula. Una galleta que desconocemos si el niño buscó con denuedo o se presenta como el capricho de un padre emocionalmente inestable. Una galleta que, en cualquier caso, va a ser adjudicada y el niño sabe que le pertenece. Imaginen que ese niño acaba corroborando la movida, mirando a su progenitor y asumiendo que, en efecto, "tenemos impacto".
Y es que uno nunca está preparado para el impacto. De hecho verlo venir resulta contraproducente. El impacto, si es súbito, tanto mejor. Intuir la inminencia del mismo o tratar de adivinar su procedencia no hace sino alargar el sufrimiento del impactado. Es preferible que sea él el que nos sorprenda, el que venga a nuestro encuentro, tal y como llega el bolardo a la espinilla, la manopla al rostro o la realidad al durmiente. Luego uno despierta, todavía con el sueño a cuestas, a tientas, con la realidad a medio hacer y se topa, vía tuiters, con un hostelero franquista llamando al delito y un filósofo reputado blanqueando el fascismo. Y se confirma: "Tenemos impacto". Feliz domingo.
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